En éste sábado
anterior a la gran fiesta de la Inmaculada, patrona de España por tantas gestas
realizadas y de la Milicia-Cruzada, es tanto lo que tenemos que agradecer que
me parece por ahí tenemos que empezar nuestra oración:
Dando gracias
por tantas beneficios recibidos a nivel personal, institucional, familiar y
social, cuando vamos a renovar nuestros compromisos y de nuevo nos ponemos bajo
su protección para que nos siga guiando en el camino emprendido.
Quizá nos
venga muy bien los textos que nos han preparado para meditar en este tiempo de
adviento tomados de las distintas intervenciones de Abe para estos días durante
los años en esta “Agua Viva que escribe:
Se acerca la
Navidad. Preparando tan gran fiesta, la Iglesia nos presentará —y celebraremos
solemnemente— la Concepción Inmaculada de Santa María. Y es que según iba a ser
el Hijo, Dios crearía a quien había de ser su Madre.
La Virgen
María es Madre de Dios verdaderamente, pues el Hijo concebido en su seno es
verdadero Dios y verdadero Hombre. Así nos lo enseña la Iglesia y proclama
nuestro Credo. Contemplar tal maravilla de Dios es el objeto de este «Agua
Viva», y no debe ser poco el tiempo que dediquemos a nuestra oración
contemplativa.
El que nació
de Dios nace ahora de María, nos dirá san Anselmo. Si creemos que la concepción
del Hijo es virginal, entonces descubrimos que María es Madre mucho más
plenamente. Jesús recibe su naturaleza humana íntegramente de María. El cuerpo
del Hijo es sólo de la Madre. Luego esta Madre fue preparada por Dios pensando
en el Hijo que nacería de Ella.
Acudamos a san
Juan de Ávila una vez más: «Siempre fue María limpia y ajena de todo pecado; y
así salió de aquellas limpias entrañas aquel limpio Jesucristo». Y este Niño,
verdaderamente Dios y verdaderamente hombre quiso abandonarse en manos de su
Madre para ser moldeado por Ella conforme todo niño recibe de sus padres la
educación. Contemplando a su Madre —y no olvidemos a san José— el Niño recibía
los gestos de delicadeza virginal, de ternura, de compasión, de bondad,
reflejados en los Evangelios y que expresan la formación recibida. Somos
miembros del Cuerpo Místico que es la Iglesia. Y si tal es la Cabeza, también
los miembros debemos vivir en conformidad.
Dejémonos
llevar por tan buenísima Madre, y hacer y deshacer en nosotros por el Hijo,
modelo y cabeza nuestro. En fin, seamos por gracia lo que Jesús es por
naturaleza: Hijos de Dios e Hijos de María.
Sin duda que
estas palabras de Abe, reflejan un alma contemplativa muy enamorada que hace su
oración al lado de la Virgen, escuchando los latidos de un corazón que dan
ritmo a dos corazones.
Acerquémonos
también nosotros a ese corazón virginal y seremos contagiados: pureza,
sencillez, humildad, olvido de sí, entrega total serán nuestras vidas.
Pero no
olvidemos que estamos esperando al Señor y el eco del ven Señor resonando en
nuestro ser expectante, anhelando su venida no puede disminuir: “Ven Señor, Maranatha,
el Señor viene, salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas de las
obras de caridad.”