19 diciembre 2014. Viernes de la tercera semana de Adviento – Puntos de oración

Este precioso texto de la Sagrada Escritura nos ofrece una bonita reflexión que puede servir para nuestra vida cotidiana.

Nos dice el Evangelio que Zacarías e Isabel eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. Y sin embargo, Isabel era estéril. Sabemos que en el Antiguo Testamento tener hijos era señal de la bendición de Dios, de tal modo que la esterilidad se vivía como una consecuencia del pecado. Esta aparente contradicción entre una vida sin falta y la ausencia de bendición por parte del Altísimo, seguro que era fuente de humillación y sufrimiento para este anciano matrimonio.

Por las palabras del ángel sabemos que Zacarías había rogado al Señor ser bendecido con descendencia: “No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado”. Y sin embargo, cuando se le anuncia el nacimiento de su hijo parece no acordarse ya de su ruego. Quizás con el tiempo el anciano se había olvidado, pero Dios no. A menudo pasa esto, Dios se hace esperar para dilatar y ensanchar con la espera nuestro corazón, para prepararlo para dones mayores. Esto a veces nos desespera y pensamos que nuestro ruego no ha sido escuchado, pero el Señor lo que hace es estirar el alma como si de un músculo encogido se tratara, y eso duele.

Esto es lo que le pasó a Zacarías que, perdida la esperanza, dudaba de que su súplica hubiera sido escuchada. “¿Cómo estaré seguro de eso?”, le pregunta al arcángel Gabriel, “porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. Su alma estaba encogida, sin fe ni esperanza alguna, por eso el Señor tuvo que “estirarla” como si de un fisioterapeuta se tratara. Por eso le dijo el ángel: “te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras”. Y esto no fue un castigo, fue un tratamiento divino, pues no le fue retirado el favor de Dios, ya que la alegría que previamente le había prometido Gabriel, no le fue retirada: “Te llenarás de alegría”. Pero el anciano sacerdote necesitaba un tiempo de silencio y reflexión para poder recuperar la fe y la esperanza perdida. A veces nosotros también necesitamos un tiempo de prueba que nos haga reflexionar para recuperar la fe de manera renovada y esperanzada.

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