MEDITABA EN SU
CORAZON (Lc 2, 19)
Estamos a un
día del gran Misterio de la Navidad después de prepararnos durante estas cuatro
semanas con el adviento.
Hoy estamos
llenos de noticias, chismas, correos, felicitaciones y preparaciones de
regalos, quizá con mucha actividad exterior. Pararnos y dejar a
Jesús que entre en nosotros. En eso pienso cuando escribo estas líneas. Yo os
animo a que meditemos sobre el nombre de Navidad.
NacimientoAlegríaVoluntad de amarInteriorizarDivinidadAbandonarDescender
He tomado esta
meditación de Abelardo del día 23 del folleto sobre el adviento: “Nos
acercamos a los grandes días de la Navidad. Dios se hace hombre. Se encarna en
un niño débil y pequeño. Es el Amor que se abaja para acercarnos a Él. Y elige
a una Madre Virgen para que Ella nos dé al Hijo que se ha encarnado en sus
entrañas maternales. Contemplemos a la Virgen. ¡Miradla! Tan recogida, tan
íntima. Absorbida a solas con su Dios. Lo lleva en su vientre. Le sobra todo lo
demás. Se cumple en Ella la frase de san Agustín: “¿Qué te falta a ti, pobre,
si tienes a Dios? ¿Qué tienes tú, rico, si te falta Dios?”.
Eres rico.
Cuando se nos habla de riqueza en el Evangelio, no debemos pensar en los que
tienen muchos bienes materiales. Piensa en que tú también tienes un tesoro que
difundir. Tienes mucha riqueza que comunicar. Puedes ponerla al servicio de la
Iglesia. En estos momentos el mundo es país de misión. Y el mundo entero está
necesitado de misión. El objetivo de esta misión es la conversión.
Reconciliación con Dios primero. Así podremos, después, reconciliarnos con
nuestros hermanos. Tras reconciliarnos con Dios no podremos quedarnos
tranquilos en nuestra apatía. Saldremos dispuestos a difundir el Evangelio con
la alegría de nuestras vidas, como salieron aquellos pastorcillos de la cueva
de Belén. Comenzaremos por hacernos santos en lo pequeño, sacrificándonos en
las cosas ordinarias. Ésta es una santidad asequible a todos.
Pero para
conseguir esto hay que hacer oración, buscar momentos de silencio. Estamos
necesitados de oración íntima, personal. Sin oración estamos perdidos. Dios no
se nos comunicará. Vivimos agobiados por tanto ruido. Estamos necesitados de
contemplación. Es el gran regalo que nos quiere hacer Dios: Hacernos
contemplativos. En el fondo, nuestro mundo está buscando la contemplación.
Cuando Dios
venga al corazón de cada hombre, cuando se reproduzca en nosotros una
encarnación, cuando digamos como la Virgen “Hágase” y permanezcamos firmes en
el “Estar” junto a la Cruz de cada día, entonces se realizará una nueva
encarnación.
Oremos mucho y
ofrezcámonos para que así suceda.
Nos dice el
salmo: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación
Dos ancianos
fueron padres de Juan Bautista, porque para Dios nada hay imposible. No cuenta
la edad, sino abrir la vida a Cristo.
Teresa de
Jesús se estremecía ante el Niño Jesús. Y en Navidad lo consideraban uno más
dentro de la comunidad.
Que Jesús te
haga el mayor regalo esta Navidad.