16 diciembre 2014. Martes de la tercera semana de Adviento – Puntos de oración

Mt 21, 28-32

Al empezar la oración hay que pedir luz al Espíritu Santo, ponerme en la presencia de Dios consciente de ante quién estoy y de qué voy a hacer para que ese encuentro con Él solo sea como todo el día, ordenado en su servicio y alabanza.

En la contemplación para alcanzar amor, san Ignacio nos indica que hay que advertir dos cosas: “La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” (la 2ª “que el amor consiste en comunicación de las dos partes”).

En esta parábola se nos dice que Dios, que sondea los corazones, valora a los hombres de forma distinta a como los valoramos nosotros. El hermano que responde a la invitación de su padre al trabajo con el “voy, Señor”, pero luego “no fue”, es el símbolo del que vive de la apariencia, de las palabras que suenan bien pero no responden a los hechos. El segundo hermano, inicialmente desobediente, que responde con un seco y tajante “no quiero”, pero que después se arrepiente “y fue”, representa a los alejados, pero que responden a la llamada a trabajar en la viña del Señor. Una primera respuesta equivocada no es una decisión definitiva; puede ser rectificada por medio de la conversión y de un comportamiento que responda fielmente a la voluntad del Padre. Y para que no haya dudas, Jesús lo expresa con un lenguaje provocador: “os aseguro que los publicamos y prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de los cielos”.

Jesús, que ve lo que hay en el corazón humano, prefiere al hijo pródigo sobre el que se quedó en casa; a la mujer sorprendida en adulterio sobre sus acusadores; al publicano sobre el fariseo; al hijo que responde groseramente con un seco “no” sobre el que dice “sí”. Al final del más largo y conocido discurso de Jesús en el evangelio de san Mateo, el Sermón del Monte, reaparecen las mismas palabras: no es el que dice “Señor, Señor”, el que entra en el Reino de Dios, sino el que cumple la voluntad del Padre.

Sólo quien responde realmente al deseo del padre, cumple su voluntad. En esto están de acuerdo los sumos sacerdotes y los senadores. En lo que no están de acuerdo es que los publicanos y pecadores puedan cumplir la voluntad del padre. Ser discípulo de Cristo, tener la fe de Jesús, debe tener una repercusión sobre nuestro proceder. Es como nos está diciendo el Papa Francisco de que únicamente es creíble el cristiano, cuando coincide la fe y la vida.

Al final de la oración no olvidarnos de darle gracias a Dios Padre por las gracias recibidas, por su luz y por su fuerza, y a la vez pedir perdón por tantas veces como he cerrado el oído para no escuchar sus palabras de salvación.

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