Podemos empezar nuestra oración
recitando el salmo. Hoy corresponde el salmo 23.
“Va a entrar el Señor, él es el Rey de
la gloria”.
El señor va a entrar en el mundo en la
Encarnación, si le dejamos acampará en nuestra alma. El que es el Señor de la
tierra y cuanto la llena, quiere morar en el hombre de manos inocentes y puro
corazón, aquel que no confía en los ídolos.
EVA-MARÍA: DESOBEDIENCIA-OBEDIENCIA.
San Juan de Ávila escribe que el “primer
lenguaje del demonio: la soberbia”. Secretamente busca como alzarnos con
vanidad y mentira y después derribarnos con miserable caída. Nos insinúa
pensamientos que nos inclina a estimarnos en algo, haciéndonos caer en
soberbia. Sabe lo que desagrada a Dios este vicio y que hace inútil todo lo
demás que el hombre tuviere, por bueno que parezca.
La revelación de Dios comenzó «con una
desobediencia». Adán y Eva fueron engañados. Fueron seducidos por Satanás:
seréis como Dios. En ellos prevalecieron el orgullo y la soberbia, en tal
medida que cayeron en la tentación: ocupar el sitio de Dios.
El desaguisado que produce Eva con su
desobediencia, lo arregla María con su obediencia.
EL ÁNGEL DEL SEÑOR ANUNCIÓ…
Para un militante la oración de hoy es
muy sencilla. Se trataría de contemplar un pasaje que salvo en Pascua de
Resurrección, recita dos o tres veces a lo largo del día, cuando eleva su
corazón recordando a la Madre en el rezo del Ángelus.
Vamos a traer a nuestra imaginación la
escena de una joven hebrea de hace dos mil años, a la que de pronto se le
aparece un enviado de Dios. No nos debe costar especialmente, es una escena
repetida por muchos pintores.
El ángel, entrando a su presencia, dijo:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo”.
Escribía Benedicto XVI que llama la
atención que en el saludo, el ángel no se dirija a María con el término judío,
Shalom- la paz esté contigo-. El enviado utiliza la fórmula griega chaire, cuyo
verdadero significado es: ¡Alégrate! Con este saludo del ángel se interpreta
que comienza en sentido propio la “nueva revelación”. El mensaje
acotado al pueblo judío, se convierte en un mensaje universal.
Ella se turbó ante estas palabras.
El ángel le dijo: “Concebirás en tu
vientre”, María se va a convertir en una nueva Arca de la Alianza, un lugar
de auténtica inhabitación del Señor: el primer sagrario.
“¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”
La pregunta de María se enfoca al
“cómo”, no duda de que no vaya a ocurrir lo que transmite el ángel, pero hay
algo que no entiende: el “cómo” puede cumplirse la promesa.
Hay algo en el interior de la Virgen que
humanamente es contradictorio con el nuevo mensaje. Es como si ella tuviese un
proyecto y Dios se lo cambiara. Como si interiormente pensara: “Yo tenía un
plan de vida que intuía me lo sugerías Tú y ahora vienes y me pides algo que a
mi entender no es compatible”.
Ratzinger comentando esto presentaría a
María: “como una mujer de gran interioridad, que une el corazón y la razón y
trata de entender el contexto, el conjunto del mensaje de Dios. De este modo,
se convierte en imagen de la Iglesia que reflexiona sobre la Palabra de Dios,
trata de comprenderla en su totalidad”.
Nosotros creemos ser dueños del
instante, pero el tiempo es de Dios. Él cambia nuestros planes para que estos
se ajusten a su proyecto. María por razones que objetivamente no conocemos, no
ve lógico convertirse en madre del Mesías mediante una relación conyugal. El
ángel le aclara que ella no será madre de modo normal, sino mediante “la
sombra del poder del Altísimo”, mediante la llegada del Espíritu Santo.
“Hágase en mí según tu palabra”. Tú, Señor cambias mis planes, pero lo acepto. Yo soy criatura y tú eres
Dios.
MARÍA ESTRELLA QUE NOS SEÑALA EL CAMINO:
HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA.
La salvación, como dice el Papa
Francisco: «no se compra y no se vende» porque «es un regalo
totalmente gratuito», para recibirla Dios nos pide tener «un corazón
humilde, dócil, obediente». El Señor, quiere «ablandar nuestro corazón»
para poderle recibir. Ese corazón que necesitamos es el de María. “Tú
corazón para amarle”, hemos rezado muchas veces.
Estas palabras de Francisco pueden
servirnos de resumen:
¿Qué significa entonces «el camino de la
humildad, de la humillación»? Significa sencillamente, «decir: yo soy hombre,
yo soy mujer y Tú eres Dios. Y seguir adelante, en presencia de Dios, como
hombre, como mujer, en la obediencia y en la docilidad del corazón».
Hágase en mí según tu palabra.