Hoy celebramos la memoria de san Justino
padre de la Iglesia del que conservamos preciosos escritos. Propongo para la
oración estos textos que nos hablan de la fe y vida de los cristianos del
tiempo de este santo. He seleccionado un texto clásico sobre la celebración del
domingo y de la Eucaristía que nos puede servir para preparar la próxima
celebración de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Podemos en
esta semana agradecer de mil formas el inefable don de este sacramento que
yendo más allá de las palabras nos habla del amor de Dios y de sus designios de
salvación. El Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo ha tenido misericordia
de nosotros y no se ha echado atrás ante nada por darnos la Vida.
De la Apología de san Justino:
“Terminadas las oraciones, nos damos el
ósculo de la paz. Luego, se ofrece pan y un vaso de agua y vino a quien
preside, que los toma, y da alabanza y gloria al Padre del universo, en
nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo. Después pronuncia una
larga acción de gracias por habernos concedido los dones que de Él nos
vienen. Y cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el
pueblo presente aclama diciendo: Amén, que en hebreo quiere decir así
sea. Cuando el primero ha dado gracias y todo el pueblo ha aclamado,
los que llamamos diáconos dan a cada asistente parte del pan y del vino con
agua sobre los que se pronunció la acción de gracias, y también lo llevan a los
ausentes.
A este alimento lo llamamos Eucaristía. A nadie le es lícito participar si no cree que nuestras enseñanzas son
verdaderas, ha sido lavado en el baño de la remisión de los pecados y la
regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no los tomamos
como pan o bebida comunes, sino que, así como Jesucristo, Nuestro Salvador, se
encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación, del mismo modo nos
han enseñado que esta comida—de la cual se alimentan nuestra carne y nuestra
sangre—es la Carne y la Sangre del mismo Jesús encarnado, pues en esos
alimentos se ha realizado el prodigio mediante la oración que contiene las
palabras del mismo Cristo. Los Apóstoles—en sus comentarios, que se llaman
Evangelios—nos transmitieron que así se lo ordenó Jesús cuando, tomó el pan y,
dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía; esto es mi Cuerpo. Y de
la misma manera, tomando el cáliz dio gracias y dijo: ésta es mi Sangre. Y sólo
a ellos lo entregó (...).
Nosotros, en cambio, después de esta
iniciación, recordamos estas cosas constantemente entre nosotros. Los que
tenemos, socorremos a todos los necesitados y nos asistimos siempre los unos a
los otros. Por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor del universo
a través de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu Santo.
El día que se llama del sol [el
domingo], se celebra una reunión de todos
los que viven en las ciudades o en los campos, y se leen los recuerdos
de los Apóstoles o los escritos de los profetas, mientras hay tiempo.
Cuando el lector termina, el que preside nos exhorta con su palabra y nos
invita a imitar aquellos ejemplos. Después nos levantamos todos a una, y
elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con
agua como ya dijimos, y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus
preces y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces
viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la
acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos.
Los que tienen y quieren, dan libremente
lo que les parece bien; lo que se recoge se entrega al que preside para que
socorra con ello a huérfanos y viudas, a los que están necesitados por
enfermedad u otra causa, a los encarcelados, a los forasteros que están de
paso: en resumen, se le constituye en proveedor para quién se halle en la
necesidad. Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el
primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo
el mundo; y también porque es el día en que Jesucristo, Nuestro
Salvador, resucitó de entre los muertos; pues hay que saber que le
entregaron en el día anterior al de Saturno [sábado], y en el siguiente—que es
el día del sol—, apareciéndose a sus Apóstoles y discípulos, nos enseñó esta
misma doctrina que exponemos a vuestro examen.”