Jn 16, 23b – 28
Al iniciar la oración debemos ser
conscientes de que Dios me está esperando, ponerme en su presencia, escuchar lo
que Él quiere decirme y contarle lo que llevo en mi corazón, lo bueno y lo malo
que hay en él, mis alegrías y mis penas, todo aquello que me ocupa y me
preocupa.
El tema del evangelio que hoy nos
presenta la Iglesia es la oración de petición en el nombre de Cristo. Con
cierta frecuencia pedimos que las cosas nos vayan como nosotros queremos, pero
nuestras necesidades nacen de una visión limitada: ¿no será mejor que nuestras
peticiones las hagamos según la voluntad de Dios y no según la nuestra? La
voluntad de Dios se identifica con la de Cristo. Si nos identificamos con
Cristo y pedimos a Dios en su nombre, nuestra voluntad y la voluntad de Dios se
funden en una única voluntad y esta oración siempre es escuchada por Dios.
Nosotros no podemos, como les ocurrió a
los discípulos, alcanzar la unión profunda con Cristo mientras no recibamos el
don del Espíritu Santo. Por eso “hasta ahora no hemos pedido nada en su nombre:
pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa”. La alegría cristiana
se fundamenta en el conocimiento pleno de Jesús que se alcanza con el don del
Espíritu que procede del Padre.
Para que nuestra oración sea eficaz
debemos estar identificados con Cristo, en su forma de vivir, de relacionarnos
con nuestros hermanos, de tener sus mismos valores. Así la oración de todos los
cristianos es también la oración de Jesús, nuestro hermano mayor. Por eso nos
escucha el Padre y nos dará lo que le pedimos para nuestra salvación, de esta
forma Cristo glorioso no solo pedirá por los suyos; pedirá también con ellos y
a través de ellos en su Iglesia.
Hoy Jesús nos invita a orar en su nombre
para que también nosotros con nuestra oración podamos transformar la realidad
de la vida con las palabras, de esta forma nos hacemos partícipes del poder
milagroso con el que actuaba Jesús y de la misma forma que Él con su palabra
daba la vista a los ciegos, hacía oír a los sordos y daba de comer a cinco mil
personas, así nosotros alcanzaremos la paz y tantas necesidades como tiene el
mundo que nos ha tocado vivir. ¿Crees de verdad esto?
Al terminar nuestra oración hacer un
pequeño balance de cómo vivo yo esta verdad de fe aquí en esta vida y si me
ayuda a vivir el momento presente para escuchar un día la voz del Señor que me
dice: “ven bendito de mi Padre, recibe la herencia del Reino preparado para ti
desde la creación del mundo”.