JESÚS NOS LIBERA DE LA MUERTE Y DEL
PECADO
En estos días he estado pensando en un
tema, que seguramente había pensado antes y desde luego que todos los que
estudian teología se lo saben, pero para mí es reciente. ¿Qué sentido tiene eso
que hemos oído tantas veces de que Jesús ha vencido a la muerte, que nos libera
de la muerte y del pecado? En sí mismo, sí que la ha vencido, pero qué sentido
tiene referido a ti y a mí.
Aparentemente sería que ya no hay
muerte. Eso sería una victoria, pero nos dejaría casi en una situación peor. Yo
no me imagino con doscientos años, todo arrugadito y ennegrecido, siendo una
colección viviente de todas las enfermedades degenerativas. También cabría
pensar en cómo éramos antes del pecado original.
Hay mucho que decir por este camino de
las hipótesis, pero la realidad real es así: Jesús no vence a la muerte
quitándola, sino haciéndola puerta imprescindible para otra cosa mucho mejor:
para el cielo, porque yo sí que pienso ir. Si tú, querido lector, lo dudas o lo
temes, peor para ti. Yo le tengo un poco de respeto, pero poco, entre otras
cosas porque no me fio de mí, sino de Jesús. Podríamos seguir con este tipo de
razonamientos de por qué yo voy a ir al cielo y seguramente usted también, pero
lo dejamos. Mejor dicho voy a dar un argumento distinto.
Imagínese una mujer y que en la edad
casadera le dice a Jesús: “Yo te quiero para solo Tú. ¿Tú me quieres para ser
tuya?” Y Él le dice que sí (para que diga esto, hace falta Su gracia). A partir
de ese momento se convierte en su esposa, una esposa un poco peculiar, pero
bien real: ella esposa para Él, Él marido para ella. Y en esas condiciones ya
se encargará él de no dejar que se malee demasiado. Le cerrará caminos malos
para que no pueda ir por ellos. Y si además intenta ir por los buenos, super
asegurado.
Pues bien, no soy mujer, sino que tengo
barba. Pero en mi edad casadera también le dije: “Todo para Ti”. La verdad es
que por mi psicología no me siento su esposa, más bien su amigo y su hijo ¿Y
por esto me va a cuidar menos? NO. Me ayudará a llegar al cielo como si fuese
la más fervorosa monjita.
¿Y si no estoy consagrado? Lo tienes un
poco más difícil, pero no mucho más, porque Jesús sí que está soñando contigo.
Solo tienes que dejarte llevar, no darle patadas. Y cuando se las des, (que
todos se las damos) agacha la cabeza, te humillas, te confiesas y cuando
llegues al Juicio ante Dios, ¿qué pesarán más en la balanza: tus pecados o el
amor que Jesús te tiene? ¡ANIMO QUE NOS LO HA PUESTO FACILITO!
Esta idea del cielo creo que está
totalmente ligada a la Pascua.
Podemos pensar un poco más. Hay algunos
que no creen en la otra vida. Piensan que no existe o que se reencarnan. Lo
tienen crudo. Si hacen el balance de felicidades y sin sabores, no sé qué les
dará, pero en todo caso, no tienen ilusión, no tienen futuro. Nosotros sí.
Llevémosles la alegría de que estamos hechos para ser felices muchos años. Que
sonrían.
Cabría hacer alguna reflexión sobre qué
es eso que nos ha liberado del pecado, pero por ahora lo dejo.