Oramos. “Danos
Señor una plena vivencia del misterio pascual, para que la alegría que
experimentamos en estas fiestas sea siempre nuestra fuerza y nuestra salvación”
Oramos con esta oración de la liturgia.
¡Seguimos de fiesta, fiesta de pascua! Y pedimos alegría, fuerza y salvación.
Acogemos la palabra
“Las iglesias se robustecían en la fe y
crecían en número de día en día…Dios nos llamaba a predicarles el evangelio”
(Hch 16)
“Si a Mí me han perseguido también a
vosotros os perseguirán...Y todo esto lo harán con vosotros a causa de mi
nombre” (Jn 15,18)
Qué contraste tan grande entre estos dos
textos, al menos a primera vista. Una evangelización llena de fuerza, empujados
por el Espíritu, y esta expresión fuerte del Señor: os perseguirán.
Y a la vez, que actual. ¿Quién y donde
se anuncia hoy con más fuerza al señor? ¿Dónde está la fuerza del Espíritu
Santo? ¿Quiénes son auténticos testigos? Los mártires, los perseguidos. En
ellos está hoy la fuerza de la iglesia, nuestra fuerza.
Y las palabras de Jesús que quizás a
nosotros no nos dicen nada, son consoladoras para cuantos luchan hoy por la
verdad y la justicia, contra los poderes del mal y de la opresión y son
perseguidos, rechazados, aplastados y asesinados.
Al decir Jesús a sus discípulos que
serán perseguidos, es otra forma de decir que serán como Él. También ellos a
través del fracaso, de la debilidad y de la muerte, harán las obras de Dios.
Dar la vida como Jesús la dio. Es la mejor forma de asemejarse a él. Y la
mayoría de aquellos que escucharon estas palabras dieron la vida por Jesús. Y
miles de cristianos a lo largo de los siglos.
No todo seguidor de Jesús es físicamente
perseguido. Hay otras muchas formas de persecución. Entre nosotros, hoy, el ser
apartados de la vida pública por ser cristianos, el ser despreciados o
marginados y padecer el martirio de las pequeñas cosas diarias. La burla, el
ser considerado inútil.
Pedimos hoy al Señor que en todas estas
circunstancias nos mantengamos fuertes, alegres, no hagamos concesiones para
evitar el rechazo. No tener miedo a hablar de Jesús, no rebajar el vino de la
fe y el mensaje evangélico.
Sabemos que el Señor está a nuestro
lado, “yo os he escogido”.