Nuestro acceso a la oración de este día
lo hacemos de la mano de Jesucristo, nuestro mediador ante el Padre. Nadie como
Cristo nos introduce en esta comunión de amor con Dios, que es la oración. ¡Qué
fácil es hoy ponernos en la presencia de Dios!
“Sin Mí, no podéis hacer nada”
Unas palabras del Señor que nos llenan
de confianza, y que, a la vez, nos hacen ser conscientes de nuestra pobreza.
Sin mí, nada. Entramos por tanto con una actitud humilde.
Isaías nos presenta a este sumo
Sacerdote con rasgos duros, difíciles:
- Desfigurado
- No parecía hombre, ni tenía aspecto humano
- Lo vimos sin aspecto atrayente
- Despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores
- Acostumbrado al sufrimiento, despreciado y desestimado
Estas pinceladas del profeta nos
predisponen para un acercamiento confiado a nuestro mediador. Es el Varón de
Dolores, capaz de compadecerse de toda miseria humana. Traspasado por nuestras
rebeliones.
Cuando todos errábamos como ovejas, cada
uno por su camino, el Señor cargó con nuestros crímenes. Este es el
sacerdote de la nueva alianza, Jesucristo. El que ofrece para siempre un solo
sacrificio por los pecados de los hombres.
Con una sola ofrenda nos ha
perfeccionado para siempre.
El alma se llena de ternura y agradecimiento
porque tenemos un Sacerdote capaz de transformar nuestros extravíos, con una
misericordia incansable.
Nos proporciona la entrada libre al
santuario, que antes permanecía cerrada por nuestra oposición a Dios.
Este Jesús, llegado el momento,
instituye los sacramentos como canales de la gracia para nuestra salvación
eterna: “Tomad y comed…, a quienes perdonéis, …bautizad a todos los pueblos,
…curad enfermos,…”
Hoy es un día de acción de gracias por
el Sacerdocio de Jesucristo, que se prolonga en los ministros ordenados a
través de los siglos. También para pedir especialmente por aquellos que Dios ha
llamado a ejercer el ministerio para que lo hagan en fidelidad a Cristo y en
santidad de vida.
“Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la Redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, presiden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos” (del Prefacio de este día)
Encomendamos a María, todavía dentro de
este mes de Mayo, la Madre del Único Sacerdote y de todos los sacerdotes, para
que cuide con especial predilección a aquellos que Dios ha querido asociar a su
ministerio.
En un coloquio final al Padre, al Hijo y
a la Madre, les podemos pedir para que aumente el número de obreros para la
mies. Que manden muchos sacerdotes a todas las partes del mundo, para que el
pueblo de Dios sea atendido y cuidado como lo haría el mismo Jesús.