31 mayo 2015. La Santísima Trinidad (Ciclo B) – La Visitación de María – Puntos de oración

María corre presurosa a la montaña porque está llena de Espíritu Santo. Está embriaga de amor, un amor concreto y realista, fuerte y generoso, que se hace servicio humilde y desinteresado.
Este podía ser un resumen de por qué Ella, la Virgen montañera, es la patrona de nuestra campaña de la Visitación. Y ahí se sintetizan las cualidades sobrenaturales y humanas que deben reinar en nosotros si queremos imitarla durante el verano.
MARÍA, LLENA DE ESPÍRITU SANTO.  Descendió como el gran don del Padre en la Anunciación. La cubrió con su Sombra y la hizo Madre de Dios La respuesta de María es fe y abandono. Agradecimiento y servicio.
Con su fe se hace Virgen de la Alianza, sólo Dios es su dueño y Señor; establece un pacto irrompible entre Dios y la humanidad. Con su sí, Dios se convierte en Salvador y Redentor del hombre; su fe gigante es la anilla sólida que anuda a Dios y su Pueblo.
María es la esclava del Señor, que todo lo espera de Él. Se humilla y obedece con paz inalterable. El mundo rueda y rueda en su entorno, se agita con pasiones de ida y vuelta, pero María está afincada en la paz de la obediencia humilde y confiada.
María es agradecimiento a manos llenas, primero a Dios su Salvador, y luego a los hombres y mujeres que le acompañan en su camino de vida y ofrenda. No se siente la privilegiada en una torre de marfil, sino la humilde esclava en la hilera inmensa de los hijos de Dios salvados con misericordia eterna. Por eso es alegre y agradecida.
MARÍA, LLENA DE AMOR.  Si el Espíritu Santo es el fuego del amor de Dios, entonces María está abrasada en el más puro amor. Y por eso, como el amor es difusivo, reparte amor a todos a manos llenas.

Si a nosotros nos gustan los frutos del amor (¿a quién no?), debemos esforzarnos en dejarnos llenar del fuego del Espíritu Santo. A menudo pretendemos dar amor, hacer el bien, perdonar, ofrecer una ayuda, siquiera una sonrisa, y nos encontramos desnudos y desprovistos de fuerza. Por eso, este comienzo de la campaña de la Visitación, nos puede impulsar, mirando a la Virgen, a situar en el centro a Dios, la fe, la humildad y la obediencia. A buscarle más a Él que a ninguna otra cosa. Ojalá éste sea el verano del Espíritu Santo, el verano de los sacramentos, la oración, y la lectura espiritual. Y, entonces, seguro que es el verano del servicio y la solidaridad.

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