Doy gracias y alabo y bendigo el nombre
del Señor (con palabras y obras), así comienza la primera lectura de este día y
así debería comenzar mi oración todos los días. Y continua: Siendo joven,
desee la sabiduría con toda el alma, la miraba y contemplaba, crecía en
mí y mi corazón gozaba con ella, mi alma saboreo sus frutos y mis
pasos caminaban fielmente siguiendo sus huellas. Cuando uno lee y relee estas
palabras entresacadas del eclesiástico en el silencio de la oración,
junto a Jesús, encuentra una paz en su interior, que no desea más que volverlas
a leer y saborearlas. Uno ve que a pesar de sus deficiencias, fallos,
infidelidades ha sido un afortunado un privilegiado o un predilecto. Desde hace
tantos años saboreo sus frutos, quiero al Señor y me dejo querer por Él. ¿Quién
a mi alrededor goza del Señor como gozo yo con É?¿ Quién contempla su rostro a
diario?¿Quién se siente inundado tantas veces de su misericordia?
Y uno hace memoria y ve como su vida ha
sido guiada por la Sabiduría, aunque tantas veces no entendía por dónde me
llevaba o estaba inundado de dudas. Pero cuando a diario la miraba, Ella me
miraba y me transformaba.
Yo muchas veces fariseo pedía
explicaciones, ¿con qué autoridad realizas Tu plan de salvación?, ¿por qué son
así tus designios? Me consideraba con derechos de retribución, exigía a quien
debía agradecer.
Cambiemos de actitud, ahora que comienza
la campaña de la visitación, pasemos de la queja al agradecimiento. La
queja nos envejece, nos agría el temperamento, nos quita la ilusión por
trabajar, nos dificulta ver el mundo en positivo, nos distorsiona la imagen de
los otros, nos hace parcos en gestos de alegría y de agradecimiento, nos aísla
y nos hace egoístas. Nos inocula la acedia. La virgen sale de sí y va al
encuentro del que la necesita. No se da vueltas, llena de gozo, de Dios, corre,
levanta el vuelo a pesar de tanto lastre de dificultades. No pide
explicaciones, ni se asusta. La actitud del que agradece, del que vive en una
continua acción de gracias es la entrega sin mirar la retribución, sin reservas
o explicaciones.
Todo lo que digo no es que sea fácil.
Por contar una experiencia reciente, diré que al acabar ya los de 2º de
Bachillerato, y después de volcarte con ellos, recibes pocos agradecimientos y
te quedas como con cara de tonto, por no decir otra cosa. La actitud de dar sin
esperar nada a cambio es costosa, pero es la actitud cristiana. Nos hace
plantearnos como es nuestra actitud con Dios que tanto nos da, mi relación con
Él, pensar en cuál es la sabiduría que guía mi vida.
Dios cuenta con nuestras flaquezas y
debilidades, sabe de nuestros propósitos incumplidos, de ahí que no nos
abandone, que nos llene de su Espíritu. Como los discípulos estamos asustados,
escondidos en nuestro egoísmo, abramos las puertas a su fuerza.