*Primera
lectura (Hechos 15,
22-31)
Después del
esfuerzo de discernimiento que supuso la reunión de Jerusalén, nos enteramos de
las conclusiones a las que llegaron los discípulos, convencidos de que les
asiste el Espíritu: «hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros...».
La carta que envían con los delegados personales desde Jerusalén a todas partes
donde hay convertidos del paganismo, sobre todo a Antioquía, tiene detalles muy
interesantes:
- desautoriza a los que «sin encargo nuestro os han alarmado e inquietado»,
- alaba cordialmente a «nuestros queridos Pablo y Bernabé, que han dedicado su vida a la causa de Nuestro Señor Jesucristo»,
- la decisión a la que llegan es «no imponeros más cargas que las indispensables»: por tanto queda reafirmada la convicción teológica de que la salvación viene de Jesús, y no hará falta que pasen por la ley de Moisés los que se convierten del paganismo: ha triunfado la tolerancia y la interpretación pluralista de Pablo y Bernabé;
- aunque sí se exigen las tres condiciones que había enumerado Santiago y que les parecieron a todos razonables: huir de la idolatría y de la fornicación, y no comer sangre o animales estrangulados.
La decisión
fue muy bien recibida: «al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron
mucho».
* El salmo recoge
esta sensación: «te daré gracias ante los pueblos, Señor, tocaré para ti ante
las naciones».
* Evangelio (Juan
15,12-17)
El pensamiento
de Jesús, en la última cena, progresa como en círculos. Ya había insistido en
que sus seguidores deben «permanecer» en él, y que en concreto deben «permanecer
en su amor, guardando sus mandamientos».
Ahora añade
matices entrañables: «no os llamo siervos, sino amigos», «no sois vosotros
los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido». Y sobre todo,
señala una dirección más comprometida de este seguimiento: «éste es mi
mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado». No
es un amor cualquiera el que encomienda. Se pone a sí mismo como modelo. Y él
se ha entregado por los demás, a lo largo de su vida, y lo va a hacer más
plenamente muy pronto: «nadie tiene amor más grande que el que la vida
por sus amigos».
San Juan
Crisóstomo nos dice: «El amor que tiene por motivo a Cristo es firme,
inquebrantable e indestructible. Nada, ni las calumnias, ni los peligros, ni la
muerte, ni cosa semejante será capaz de arrancarlo del alma. Quien así ama, aun
cuando tenga que sufrir cuanto se quiera, no dejará nunca de amar si mira el
motivo por el que ama. El que ama por ser amado terminará con su amor apenas
sufra algo desagradable..., pero quien está unido a Cristo jamás se
apartará de ese amor» (Homilía sobre San Mateo 60).
Oración final:
Dios todopoderoso,
confírmanos en la fe de los misterios que celebramos, y, pues confesamos a tu
Hijo Jesucristo, nacido de la Virgen, Dios y hombre verdadero, te rogamos que
por la fuerza salvadora de su resurrección merezcamos llegar a las alegrías
eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.