“Se bautizó con toda su familia y nos
invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en
mi casa.»
Y nos obligó a aceptar.”
Cuando una familia se convierte al Señor
se transforma en Iglesia doméstica y vive tres realidades que le unen cada día
más a Dios:
- Su propia vivencia religiosa en familia. Familia que reza unida permanece unida.
- La relación con otras familias haciendo posible que se trasmita la fe de manera sencilla por amistad, disponibilidad y ayuda.
- La vivencia de la fe familiar en su parroquia y movimiento, compartiendo con otros que piensan igual enriqueciéndose mutuamente con sus vivencias.
“El Señor ama a su pueblo”
El Señor nos ama. Sabe lo que
necesitamos. Confiemos en Él en todo momento. No se trata de entender las cosas
que nos pasan siempre. Ni siquiera la Virgen María entendió todo en cada
momento. Ella tenía una seguridad: Dios me ama. Si estamos seguros de esto ¿qué
podemos temer?
“Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio”
El Espíritu Santo será nuestro defensor
y nos irá guiando en nuestra vida. Con la fuerza de sus dones nos ayudará cada
día a dar testimonio, de manera sencilla, de nuestra fe.
Si el Señor nos ama y nos manda su
Espíritu, no hay nada que nos separe de Cristo. Dejémonos amar. Él ya sabe lo
que necesitamos. La confianza sin límites tiene como fruto una
alegría y una paz sin límites.
Ven Espíritu Santo, ilumina nuestros
corazones para que descubramos el Amor que Dios nos tiene y seamos capaces de
trasmitirlo a los que nos rodean.