Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de
Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre,
todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por
todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
Nos vamos aproximando al final del
tiempo litúrgico de la Pascua. En la lectura del Evangelio de hoy aparece el
mismo texto que el proclamado en el pasado VI Domingo de Pascua. Si la liturgia
nos lo vuelve a mostrar, posiblemente sea por algo. Antes de celebrar
Jesús su última Pascua, nos dice San Juan que Jesús nos amó hasta el extremo.
Pues en estos momentos últimos de despedida durante en los que Jesús quiso
transmitir su amor en toda su fuerza, les habló de la permanencia en el amor y
de cómo conseguirlo: cumplir los mandamientos. Esto parece fácil pero es muy
difícil y de hecho, nadie lo consigue en su plenitud. Siempre, a veces quizá
sin darnos cuenta, patinamos en algo, si no es de una forma, es de otra. Pero
esta perseverancia en la permanencia, en la fidelidad a los mandatos del Señor,
es lo que muestra el amor y da la felicidad. La perseverancia es también una
muestra profunda de amor.
Adjunto varios textos sueltos de la
homilía del Papa Francisco del pasado 7 de mayo, también sobre este texto de
San Juan:
«El Señor nos pide permanecer en su
amor, es decir, permanecer en el amor que Él tiene. ¿Qué amor es ese?». Es «el
amor del Padre» y Jesús mismo nos tranquiliza: «Como el Padre me ha amado, así
os he amado yo». Es, por lo tanto, «la plenitud del amor: permanecer en el amor
de Jesús».
Esta realidad del amor auténtico «hay
que entenderla bien». Así, pues, «¿cómo es el amor de Jesús? ¿Cómo sé que yo
siento el amor verdadero?». Hay «dos criterios que nos ayudarán a
distinguir el amor verdadero del no verdadero».
- El «primer criterio» es que «el amor se debe poner más en los hechos que en las palabras».
- Y el «segundo criterio» consiste en el hecho que «comunicar es propio del amor: el amor se comunica». Sólo «con estos dos criterios podemos encontrar el verdadero amor de Jesús en los hechos, pero en los hechos concretos».
El amor de Jesús, «es concreto, está en
los hechos, no en las palabras» (primer criterio). Y así «cuando el joven
doctor de la ley fue a Jesús y le preguntó: “Dime, Señor, ¿cuál es el
mandamiento más grande de la ley?”, Jesús dijo la ley como era: “Amarás a tu
Dios con todo el corazón y con toda el alma y al prójimo como a ti mismo”».
En ese punto el joven «se sintió un poco avergonzado y no sabía cómo salir de
esa pequeña vergüenza». Y «para salir hizo la pregunta: ¿quién es el prójimo?».
Para explicárselo «Jesús contó la parábola del buen samaritano». Y al final
propuso al joven: «Anda y haz lo mismo».
El «segundo criterio», en cambio, es que
«el amor se comunica, no permanece aislado: el amor se da a sí mismo y recibe,
se lleva a cabo esa comunicación que existe entre el Padre y el Hijo, una
comunicación que obra el Espíritu Santo». Por eso, reafirmó el Pontífice, «no
hay amor sin comunicar, no hay amor aislado». Alguien, añadió, podría objetar
que «los monjes y las monjas de clausura están aislados». No es así, explicó el
Papa Francisco, porque son personas que «comunican, y mucho, con el Señor, y
también con los que van en busca de una palabra de Dios».
…..
Podemos cerrar este rato de oración
proponiéndonos vivir de alguna manera estos dos criterios que nos ofrece el
papa: concretar y comunicar.
Cerramos nuestra meditación acordándonos
del amor de María, la madre de Jesús. Ella es modelo de concretar el amor en
hechos y de comunicarlo.