Estamos en el mes de mayo, decir esto es
ponerse guardia, mes de María que comienza con la fiesta de su esposo San José
Obrero, del que habló tan bien Juan XXIII en su encíclica Mater
et Magistra y su oración al santo que introduce en el Canon
Romano y desde entonces está más presente en cada Eucaristía y más
ahora con Francisco obligatoriamente. Dice al final: “Enséñales a hacer del
trabajo, como hiciste tú, un instrumento altísimo de santificación”.
S. Juan Pablo II ha hablado en varias
encíclicas de la espiritualidad del trabajo, como medio de santificación y
redención de la humanidad, participando en la cruz de Cristo, del trabajo como
solidaridad y responsabilidad entre los hombres y de los derechos
del obrero al descanso y a cumplir con sus deberes religiosos.
En definitiva todos los últimos papas
han hablado de estos temas, movidos sin duda pro la acción de San José que de
manera oculta, silenciosa, humilde y paciente es protagonista en la Obra de la
Redención desde un segundo plano.
Luego el mes de María, que no
hay mejor forma de comenzarle que poniendo a san José en el primer día para
comenzarle bien.
Pero en este mes están las fiestas de la
Virgen de Luján, de los Desamparados, de Fátima, Auxiliadora y coronado el mes
con la Visitación.
Además en este mes hay grandes santos
que han demostrado su amor a la Madre de una forma especial como Juan de Ávila,
Santa Gema Galgani, Simón Stock, Felipe Neri, Pedro Nolasco, Juna de Lestonnac,
Domingo Savio, Fernando III… y los apóstoles S. Felipe, Santiago y
Matías.
Una gama para entusiasmar al más reacio
a vivir este mes de una manera especial, ofreciendo por lo menos una flor cada
día a María como no quejarse, escuchar, invitar a la confesión, hablar de
María, que lleva seguro a Jesús, declarar la guerra al defecto
dominante, y cada uno sabe cuál; sino preguntarle a la Virgen que Ella te dirá.
Enmarcados en el mes, siendo el tiempo
de Pascua, seguimos celebrando la Resurrección del Señor que es la nuestra y
meditando en lo que la Liturgia nos invita a suplicar:” La libertad verdadera,
de los hijos de Dios y la herencia eterna.” Nada más y nada menos.
Podemos pararnos en e santo de hoy,
Domingo Savio, una de las primicias de Don Bosco, al que le dijo “Buena tela
para hacer un buen traje” Y así fue. Una santidad sin tacha, de la que resalta
sus compromisos al hacer la primera comunión: “Jesús y María mis mejores
amigos, frecuentar los sacramentos, antes morir que pecar.”
Por si fuera poco, las lecturas de hoy
nos llevan a meditar en el evangelio sobre la vid que es Jesús y el Padre el
labrador, al que no da fruto lo arranca; todo el que da fruto lo poda para que
dé más fruto.
Y nos sigue invitando a permanecer en
Él, como sarmientos unidos a la vid. El que permanece en Él, da mucho fruto.
SIN MI NO PODEIS HACER NADA.
Acabamos nuestra oración con estas
palabras de vida eterna con las que acaba el evangelio de este día, que solo
debemos repetirlas en nuestro corazón una y otra vez, haciendo oración del
corazón:
“Si permanecéis en mí, mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará.”
Señor Tú tienes palabras de vida eterna,
de Ti sí me fío, quiero permanecer en ti, unido como sarmiento vivo que recibe
tu savia divina y se cumplirán todos mis deseos porque contigo todo lo puedo y
todo se realiza y cumple. Amén
Santa María, Madre de la esperanza hazme
sarmiento vivo junto a tu Hijo.