En primer lugar nos ponemos en la
presencia del Señor para “tratar de amistad con Aquel que sabemos que nos ama”.
En este mes de mayo, tenemos que comenzar nuestro “rato para el Señor” muy
agarrados a la Virgen. Nos puede ayudar la oración típica de Ejercicios
poniendo, como telón de fondo, a la Virgen María.
En las lecturas de este día se sigue un
hilo conductor: el conocimiento de Dios. Y, aunque no sea la costumbre, vamos a
rezar con las lecturas a la inversa, empezaremos por el Evangelio para acabar
en la primera lectura.
En el Evangelio, los apóstoles, tras su
cercanía con el Señor, les arde el corazón debido a su trato con Jesús, y de
ahí esa súplica: “Muéstranos al Padre”. Sin embargo, el deseo no siempre va
acompañado de la lucidez, y Jesús les amonesta, y les insiste con ese discurso
“trinitario” (que nos dice tantísimo sobre la relación del Padre y el Hijo en
la Santísima Trinidad) que Él es espejo del Padre, es la mirilla para ver al
Padre.
Por lo tanto, primera tarea para la
oración de hoy:
ü Dar gracias porque podemos tener trato
con Jesús (la oración de hoy es muestra de ello).
ü Dar gracias porque, por generosidad de
Dios, somos cristianos, y reconocer en nosotros como TODO ES GRACIA. La fe es
regalo de Dios, ser cristianos es gracia de Dios, la oración es gracia de Dios,
el Amor a Él es gracia suya…
ü Pedir más conocimiento del Señor, para
más amarle, y más seguirle. Porque no se ama aquello que no se conoce, y no nos
entregamos en el servicio y en el seguimiento a aquello que no amamos.
En segundo lugar, el Salmo lo podemos
utilizar para rezar con estos puntos anteriores, a fin de cuentas nos recuerda
la grandeza de la Victoria y la Misericordia de Dios, que nos lleva,
irremediablemente a dar gracias y a “Aclamar al Señor; a gritar,
vitorear, tocar”.
Por último, la primera lectura nos
recuerda que no podemos quedarnos en “estado de éxtasis”, al ladito del Señor,
solos Él y yo, pero sin meterme en líos… gozar del Amor del Señor de manera
egoísta. Para evitar este peligro, el libro de los Hechos nos pone en “guardia
evangelizadora”: es decir, nosotros que sí hemos conocido al Señor, no podemos
más que transmitirlo. Nuestro Amor con el Señor es para hacer que el mundo arda
en Él. Aunque no sea cómodo, porque, como vemos, a San Pablo y Bernabé nos les
fue cómodo. Y además, nos advierte de un peligro, pensar que no todos están
llamados a conocer a Cristo, que hay excepciones al Amor de Dios (los
gentiles)… Es decir, si el Señor ha querido que también los gentiles le
conozcan (nosotros de hecho somos gentiles, porque no somos judíos), nosotros
también tenemos que transmitir, aun sufriendo, el Amor de Dios a ellos
(compañeros de estudio/trabajo ateos, alumnos de Reiki, un compañero promiscuo,
un compañero rarillo y poco sociable, el tristón y debilucho, y el superficial
que no para de reír por tonterías…). Y además, por último, no porque nosotros
seamos tan buenos que vamos a evangelizarlos “porque sí”, sino porque, en estos
ratos queremos dejarnos llenar de Dios. No podemos acabar la oración si no es
una lección de humildad. No evangelizamos por lo santos y buenazos que somos,
sino porque amamos. Como nos repiten las Flores a María del mes de Mayo que
rezamos en Milicia, con unas palabras parecidas: llevar al Señor, nuestras alas
de apóstol, cargadas de almas.
Acabar nuestra oración dando gracias al
Señor mediante su Madre en este mes de ensueño. Pidiendo fuerza. Y analizando
si nuestra oración ha sido buena con un sencillo “análisis”: ¿cuánto he crecido
y cuánto me ha tocado en mi caridad, en mi fe y en mi esperanza? Tanto en
cuanto mi oración penetre en esas virtudes (“virtudes teologales”) habré tenido
un buen rato de oración (que mal dicho: “he hecho un buen rato”, porque yo no
hago, sino que tengo, vivo, experimento –por gracia de Dios- un buen rato de
oración).