“¡Marana tha! ¡Ven, Señor Jesús!”: Con esta súplica del
Adviento iniciamos nuestra oración, y procuramos repetirla a lo largo del día
unidos a la Virgen de la esperanza. Dentro de una semana es la fiesta de su
Inmaculada Concepción y el comienzo del Año de la Misericordia.
Escuchamos hoy en la primera lectura de
Isaías la promesa del Mesías que va a traer la justicia y la paz universal. Es
un gran poema mesiánico que anuncia al Salvador, ungido por el Espíritu del
Señor, que hace justicia a los pobres y desvalidos y realiza el sueño de la
paz. La profecía canta un nuevo paraíso, porque la paz se extiende a la
creación: los animales se reconcilian entre sí y con el hombre, y el hombre
está reconciliado con Dios: el conocimiento del Señor lo llena todo, como las
aguas el mar.
Este esperanzador anuncio de los profetas
comienza a realizarse en María Inmaculada. Ella, concebida sin pecado original,
es el inicio de este mundo nuevo, es la aurora de la salvación: su fe virginal
nos trae al Mesías. María es la puerta de la misericordia: “Después del pecado
de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal.
Por esto pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor
(cf. Ef 1,4), para que fuese la Madre del Redentor del hombre. Ante
la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón” (Misericordiae
vultus3). Por eso queremos vivir el adviento muy cerca de Ella, para que
interceda por nosotros y, como hijos suyos, seamos instrumentos de instrumentos
de misericordia y de paz, preparando la venida del Señor.
Podemos unir algunas frases de la Palabra
de Dios hoy con el mensaje que el Papa Francisco nos ha dejado en se reciente
viaje a África como “peregrino de paz” y “apóstol de esperanza”:
“Juzgará a los pobres con justicia, con
rectitud a los desamparados”. Esto ha pedido el Papa en un barrio
marginal de la capital de Kenia: “Quiero llamar a todos los cristianos, en
particular a los pastores, a renovar el impulso misionero, a tomar la
iniciativa frente a tantas injusticias, a involucrarse con los problemas de los
vecinos, a acompañarlos en sus luchas, a cuidar los frutos de su trabajo
comunitario y celebrar juntos cada pequeña o gran victoria. Sé que hacen mucho
pero les pido que recuerden que no es una tarea más, sino tal vez la más
importante, porque los pobres son los destinatarios privilegiados del
Evangelio”.
“El novillo y el león pacerán juntos: un
muchacho pequeño los pastorea”: El cuidado de la creación y la cultura de la paz están
profundamente unidas: “Existe una clara relación entre la protección de la
naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo. No puede
haber una renovación de nuestra relación con la naturaleza, sin una renovación
de la humanidad misma (cf. Laudato si’, 118). En la medida en que
nuestras sociedades experimentan divisiones, ya sea étnicas, religiosas o
económicas, todos los hombres y mujeres de buena voluntad están llamados a
trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación” (En Nairobi).
“El león comerá paja con el buey”: Comencemos por acercarnos y aceptar al
que es diferente a nosotros: “En primer lugar, la unidad. Como todos saben,
éste es un valor fundamental para la armonía de los pueblos. Se ha de vivir y
construir teniendo en cuenta la maravillosa diversidad del mundo circundante,
evitando la tentación de tener miedo de los demás, del que no nos es familiar,
del que no pertenece a nuestro grupo étnico, a nuestras opciones políticas o a
nuestra religión. La unidad requiere, por el contrario, crear y promover una
síntesis de la riqueza que cada uno lleva consigo. La unidad en la diversidad
es un desafío constante que reclama creatividad, generosidad, abnegación y respeto
por los demás” (a las autoridades en la capital de R. Centroafricana).
“Está lleno el país de ciencia del Señor,
como las aguas colman el mar”: En la raíz de todo, la oración: “¿Por qué
suceden las divisiones, las peleas, las guerras, las muertes, los fanatismos,
las destrucciones entre los jóvenes? ¿Por qué existe ese deseo de
destruirnos?...Manuel preguntaba, ¿cómo hacer para que un fanatismo ideológico
no nos robe a un hermano, no nos robe a un amigo? Hay una palabra que puede
parecer incómoda pero yo no la quiero evitar, porque ustedes la usaron antes
que yo; la usaron cuando me trajeron contándome los rosarios que habían rezado
por mí; la usó el Obispo, cuando presentó que se prepararon para esta visita
con la oración. Y lo primero que yo respondería es que un hombre pierde lo
mejor de su ser humano, una mujer pierde lo mejor de su ser humano, cuando se
olvida de rezar, porque se siente omnipotente, porque no siente necesidad de
pedir ayuda, delante de tantas tragedias” (a los jóvenes en Kenia).
Con María, la Virgen Inmaculada,
preparemos la venida del Señor como nos está pidiendo el Papa. “¡Marana tha!
¡Ven, Señor Jesús!”