“Todos los días enseñaba en el
templo”. Todos los días me acerco para escuchar a Jesús en el fondo de mi
corazón, para meditar su palabra… Porque sólo en Él encuentra descanso y paz mi
espíritu inquieto.
Pero hoy la escena que presenta
el evangelio me produce cierta inquietud. ¿Por qué esa reacción tan fuerte del
Señor?
Todos los evangelios relatan
este episodio, con algunos matices distintivos: Juan relata que echó
a todos los mercaderes del templo, Lucas y Marcos lo ven como una orden
de desalojo y Mateo como la expulsión de todos los comerciantes. Con
ellos fueron arrojados “las ovejas y los bueyes” (Jn). Pero también
se dirá que fueron expulsados “todos los que vendían y compraban” (Mt-Mc).
Debe de querer indicarse con ello que Jesús expulsó todo aquello
que, de hecho, venía a ser causa de profanación. A los “cambistas” no sólo
los expulsó del templo, sino que también “les derribó las mesas”
(Mt-Mc-Jn) y les “desparramó el dinero” (Jn).
Me admira que la mansedumbre de
Jesús se haya revestido de esta energía, y brotan nuevas preguntas: ¿Qué
representaba el templo para Jesús? ¿Qué quiso expresar con ese gesto de la
expulsión de los vendedores?
Para dar una primer pista de
reflexión: Yo creo que la postura aparentemente violenta de Jesús es fruto del
amor, de un amor apasionado, porque el celo es el amor llevado al extremo
(cfr. Dt 4,24 y 2Cor 11,2). ¿No deberemos también nosotros ganar
mucho en fortaleza en la lucha contra el mal en todas sus manifestaciones?
Porque «el amor es fuerte como la muerte» (Ct. 8,6).
Para Jesús el templo es el lugar
para adorar al Padre, debería ser para el pueblo de Israel el centro de culto
que expresa la fe y la alianza con Dios, pero ve que se ha corrompido el
sentido de la alianza hasta convertirla en un mercadeo y en un negocio para
algunos. Él es el que va instaurar la nueva alianza de amor en la cruz. En la
reacción de Jesús se revela el amor por el Padre y el rechazo de la hipocresía
y la superficialidad religiosa, en definitiva el rechazo del pecado.
Pero el evangelio de Lucas da
sentido pleno a la acción de Jesús con lo que dice a continuación: “Todos los
días enseñaba en el Templo”. Expulsado el pecado, es el Señor el que reina y se
sienta para enseñar.
En realidad esta escena me lleva
a lo que ocurre cada vez que me acerco a Jesús en la confesión: expulsado el
pecado, es el Señor el que reina en su templo y se sienta para enseñar.
Oración –
Coloquio final
Te damos Gracias, Dios Padre Bueno y Misericordioso, porque Tú nos recuerdas hoy lo que realmente es importante y nos enseñas a valorar la autenticidad para amarte con fidelidad. ¡Enséñanos a mirar cada día al mundo como Tú lo miras! ¡Tú quieres Misericordia y Caridad en medio de este mundo! Te damos Gracias, Dios nuestro y Misericordioso Jesucristo, porque nos ofreces el don del Sacramento de la Eucaristía mediante el cual nos transformas en “templos vivientes” de tu Cuerpo para poder compartirte con cada hermano cercano a nosotros. Te damos Gracias porque Tú nos conoces y nos amas siempre, conoces nuestro corazón mejor que nosotros mismos y sabes lo que hay en nuestro interior, y Tú nos ayudas a mejorarlo. Dios Padre nuestro, ten Misericordia de nosotros y haznos ser fieles seguidores de tu Hijo Jesucristo Resucitado, pues sólo Él es verdadero “Lugar de Encuentro” entre Dios y la humanidad. Ayúdanos Tú durante este día a convertirnos más a Ti y a expulsar de nuestro “templo interior” todo lo que no es digno de Ti, echando fuera de nosotros mismos todo lo que nos aparte de tu Amor. Amén