20 noviembre 2015. Viernes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Todos los días enseñaba en el templo”. Todos los días me acerco para escuchar a Jesús en el fondo de mi corazón, para meditar su palabra… Porque sólo en Él encuentra descanso y paz mi espíritu inquieto.
Pero hoy la escena que presenta el evangelio me produce cierta inquietud. ¿Por qué esa reacción tan fuerte del Señor?
Todos los evangelios relatan este episodio, con algunos matices distintivos: Juan relata  que echó a todos los mercaderes del templo, Lucas y Marcos lo ven como una orden de  desalojo y Mateo como la expulsión de todos los comerciantes. Con ellos fueron arrojados  “las ovejas y los bueyes” (Jn). Pero también se dirá que fueron expulsados “todos los que vendían y compraban” (Mt-Mc). Debe de querer indicarse con ello que Jesús expulsó todo  aquello que, de hecho, venía a ser causa de profanación. A los “cambistas” no sólo los  expulsó del templo, sino que también “les derribó las mesas” (Mt-Mc-Jn) y les “desparramó  el dinero” (Jn).
Me admira que la mansedumbre de Jesús se haya revestido de esta energía, y brotan nuevas preguntas: ¿Qué representaba el templo para Jesús? ¿Qué quiso expresar con ese gesto de la expulsión de los vendedores?
Para dar una primer pista de reflexión: Yo creo que la postura aparentemente violenta de Jesús es fruto del amor, de un amor apasionado, porque el celo es el amor llevado al extremo (cfr. Dt 4,24 y 2Cor 11,2). ¿No deberemos también nosotros ganar mucho en fortaleza en la lucha contra el mal en todas sus manifestaciones? Porque «el amor es fuerte como la muerte» (Ct. 8,6).
Para Jesús el templo es el lugar para adorar al Padre, debería ser para el pueblo de Israel el centro de culto que expresa la fe y la alianza con Dios, pero ve que se ha corrompido el sentido de la alianza hasta convertirla en un mercadeo y en un negocio para algunos. Él es el que va instaurar la nueva alianza de amor en la cruz. En la reacción de Jesús se revela el amor por el Padre y el rechazo de la hipocresía y la superficialidad religiosa, en definitiva el rechazo del pecado.
Pero el evangelio de Lucas da sentido pleno a la acción de Jesús con lo que dice a continuación: “Todos los días enseñaba en el Templo”. Expulsado el pecado, es el Señor el que reina y se sienta para enseñar.
En realidad esta escena me lleva a lo que ocurre cada vez que me acerco a Jesús en la confesión: expulsado el pecado, es el Señor el que reina en su templo y se sienta para enseñar.
Oración – Coloquio final
Te damos Gracias, Dios Padre Bueno y Misericordioso, porque Tú nos recuerdas hoy lo que realmente es importante y nos enseñas a valorar la autenticidad para amarte con fidelidad. ¡Enséñanos a mirar cada día al mundo como Tú lo miras! ¡Tú quieres Misericordia y Caridad en medio de este mundo! Te damos Gracias, Dios nuestro y Misericordioso Jesucristo, porque nos ofreces el don del Sacramento de la Eucaristía mediante el cual nos transformas en “templos vivientes” de tu Cuerpo para poder compartirte con cada hermano cercano a nosotros. Te damos Gracias porque Tú nos conoces y nos amas siempre, conoces nuestro corazón mejor que nosotros mismos y sabes lo que hay en nuestro interior, y Tú nos ayudas a mejorarlo. Dios Padre nuestro, ten Misericordia de nosotros y haznos ser fieles seguidores de tu Hijo Jesucristo Resucitado,  pues sólo Él es verdadero “Lugar de Encuentro” entre Dios y la humanidad. Ayúdanos Tú durante este día a convertirnos más a Ti y a expulsar de nuestro “templo interior” todo lo que no es digno de Ti, echando fuera de nosotros mismos todo lo que nos aparte de tu Amor. Amén

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