“A los más humildes se les compadece
y perdona, pero los fuertes sufrirán una fuerte pena; el Dueño de todos no se
arredra, no le impone la grandeza: él creó al pobre y al rico y se preocupa por
igual de todos, pero a los poderosos les aguarda un control riguroso.”
Pidamos a Dios ser humildes para
que se compadezca de nosotros y nos perdone. Si nos hacemos fuertes, grandes y
ricos según el mundo nos aguardará un control riguroso por parte de Dios.
La humildad es la reina de las
virtudes. Señor ayúdame a ser humilde, solo no puedo.
«Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al necesitado,
defended al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable.»
Solo si somos humildes podremos
darnos cuenta de las necesidades de los que nos rodean. Necesidades materiales
y espirituales. La mirada limpia de egoísmo nos deja ver claro. Vemos que no
podemos nada, pero con Él todo a los podemos. Solo Dios basta.
Los demás nos piden, nos
requieren. No somos capaces de nada. La confianza sin límites nos hace fuertes
en la debilidad. Yo no puedo nada, pero con Él lo puedo todo.
“Uno de
ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y
se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.”
Demos gracias a Dios porque nos
ha curado. Alabémosle a grandes gritos. Echémonos por tierra como el leproso
curado, dándole gracias.
Nosotros que hemos recibido
tanto no nos queda más remedio que dar gratis lo que hemos recibido gratis.
Pidamos todos los días que Él
nos siga haciendo cada día más humildes. Señor, regálanos la humidad. Qué nos
demos cuenta de lo que necesitan de mí los que me rodean. Demos gracias por
todo lo que Dios nos ha dado.