1. La fe se aplica y se vive en la lectura de nuestra
historia, lugar teológico y real en el que Dios actúa y salva como sucedió con
Israel en el Mar Rojo.
2. El salmo nos invita a recordar (pasar por el corazón) las
maravillas del Señor, tanto en nuestra historia personal como en la familiar y
social. Hay que servirse de todos los medios (la palabra, la música, la
sonrisa) para pregonar sus grandezas con el pueblo de Israel. Todo un preludio
para el gozoso cántico de nuestra Madre en el magníficat.
3. En el evangelio Jesús se nos revela como el maestro
inigualable que con paciencia y creatividad nos muestra la necesidad de orar
siempre sin desanimarnos. Y nos pone el ejemplo límite de ese juez
impresentable, el cual por puro egoísmo terminó haciendo justicia. La frase del
Señor es para paladear en la meditación: “Y
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche aunque les
haga esperar?”
Siempre me ha gustado considerar lo que San Agustín
resumió en tres palabras acerca de la respuesta de Dios a nuestras peticiones.
Si parece que no atiende se debe a una de las tres “m”: mala, malum, male. Pido
cosas malas (y Él quiere darme algo mejor), soy malo (hipócrita, incoherente),
mal (malamente, sin humildad ni perseverancia).
Jesús nos invita a CRECER en la fe. Si estoy destinado a
volar como el águila, no puedo quedarme en ave de corral; si el Señor me sueña
como un león no me puedo quedar en un diminuto gatito…CREO, SEÑOR, AUMENTA MI
FE. Madre Inmaculada, ayúdame a ser como Tú, Fiat, Hágase.