- Dame, Señor, la fuerza para ser coherente con mi vida.
- Ven Espíritu Santo y dame luz para identificar mi camino de seguimiento del Señor.
- Jesucristo, Hijo del Dios vivo, quiero abrazarme a mi cruz y a tu Cruz.
- Santa María, Madre de Dios y Madre mía, acompáñame para ser buen discípulo de tu Hijo, Jesús.
Empezamos, rezando con seriedad,
invocando a cada una de las personas de la Trinidad y a la Virgen María, porque
los vamos a necesitar a todos.
Se nos proponen dos temas de oración.
Habrá que ver por cuál de ellos nos encamina el Espíritu Santo al que hemos
invocado. Quizá a alguno le mueva a meditar los dos. El primer tema del
Evangelio es muy claro. Para seguir a Jesús hay que dejarlo todo, cargar con la
cruz y luego seguirle. Pero, ojo al meditar, no hay que poner sólo el acento en
lo negativo (renunciar, cruz…), sino también pensar en lo que ganamos por esta
elección, lo positivo (estar con Jesús, ser feliz cumpliendo la voluntad de
Dios, alcanzar la gloria eterna…) Aquí se entiende bien lo de “los duros a
peseta” (antiguo dicho español cuando existía esa moneda), y es que los que
ofrecen una felicidad a base de placeres son unos mentirosos. Meditemos en
profundidad la buena elección que tenemos que hacer. Seguir a Jesús, en
cualquier vocación, es sin duda, lo mejor.
Y el otro tema de la oración va sobre
asuntos humanos. Hay que hacer oración de todo lo que nos pasa. Jesús, pone dos
ejemplos de que antes de tomar decisiones hay que ponerse a pensar un poco, no
ir como locos a lo primero que se nos ocurre. Por cierto, que podríamos pensar
en algún ejemplo para nosotros mismos, porque los de Jesús son para arquitectos
y reyes. Se me ocurre este: “¿Quién de vosotros no se pone a estudiar un examen
y calcula antes cuántos días le quedan y cuánta materia tiene que estudiar, no
sea que le pille el toro?”. Para todo lo que hagamos hay que discernir bien lo
que más conviene y cómo hacerlo. San Ignacio diría sobre lo que da más gloria a
Dios, no conformarse con medianías.
Recemos hoy sobre nuestro seguimiento
de Jesús y sobre cómo hacer las cosas… (¡Bien, por supuesto!)