30 noviembre 2015. San Andrés, apóstol – Puntos de oración

Empezamos nuestro rato exclusivo con el Señor, invocando al Espíritu Santo. Recordamos que siempre en nuestro rato diario de oración estamos acompañados por la presencia maternal de María. A san José, siguiendo un consejo del padre Morales, le pedimos por nuestra perseverancia.
Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás”. Alguien que tenga un corazón asentado en la certeza de que Dios lo resucitó, se salvará. No solamente por esa convicción intelectual, sino porque habrá llevado una vida coherente con la misma. “El hombre piensa más con el corazón que con la cabeza” nos repetía el padre Morales.
Las lecturas de hoy nos hablan de mensaje y predicación. El evangelio siguiendo este hilo nos narra la elección de los cuatro primeros apóstoles dedicados a estas tareas. Siempre y con más intensidad quizás actualmente el ejemplo o coherencia de vida, da autenticidad y peso a la palabra predicada.
Si un monseñor dice necesitar para vivir un piso de 400 metros cuadrados, suscita duda o simplemente no se ve mucha coherencia con profesar con los labios que “Jesús es el Señor”. Jesús es Dios, pero es el pobre del pesebre, el humilde artesano de Nazaret, es el que ora y pasa hambre en el desierto, el que se humilla y guarda cola para ser bautizado por Juan, el que predica las bienaventuranzas, el que no tiene donde reclinar la cabeza, finalmente el que pasa haciendo el bien y muere despojado de todo en una cruz.
Este pasaje de la elección de Andrés y Pedro, Santiago y Juan resulta abrupto si no se tiene en consideración otro de Juan 1 (35-42), que es claro precursor de este. Jesús se ha ganado a Andrés y este le lleva a su hermano Simón, al que cambiará su nombre por el más apropiado a su misión: Pedro.
Francisco, sucesor de Pedro, nos recuerda que Andrés es el Patrón del Patriarcado Ecuménico, cargo que nos alienta a salir de nuestros límites y comodidades para buscar y escuchar a los “otros”. “Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan”.
En 2014 el día de San Andrés, estando Francisco en Turquía nos habló de tres voces a las que no podemos dejar de oír para ser plenamente discípulos de Jesús: los pobres, las víctimas de los conflictos y los jóvenes.
· Los pobres no solo nos piden ayuda material, que también lo hacen. Nos piden sobretodo que les ayudemos a defender su dignidad, que les ayudemos a recuperar sus energías espirituales para poder construir su propia historia.
· Las víctimas de los conflictos. Viendo el sufrimiento de los más débiles e indefensos, de esos niños con ojos tristes, ropa sucia y muchas veces ensangrentada, que nos muestra la tele. ¡Qué ridículas quedan nuestras disputas y nuestras comodidades!.
· Los jóvenes atención prioritaria de nuestra Cruzada-Milicia. Muchos de ellos viven sin esperanza, vencidos por la desconfianza y resignación. Nosotros estamos obligados a valorar y transmitir el auténtico humanismo que brota del evangelio y la experiencia de la Iglesia. No olvidando las herencias más significativas de los pioneros de nuestro carisma: la mística campamental y los ejercicios espirituales, presentándolos en el lenguaje que el joven entienda. 

Acabar nuestra oración con un coloquio con el Maestro, recordando que no nos predicamos a nosotros mismos, no somos divos, predicamos a Cristo y este en la integridad de su vida, reflejada en el evangelio.

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