Ponerse
en la presencia de Dios es un paso necesario para poder hacer adecuadamente un
rato de oración.
Cuando esto se hace con sencillez de corazón y confianza
en la gracia, nos adentramos en el mundo sobrenatural con naturalidad.
Un momento de oración es un rato de intimidad con el Amado.
Es adorar a nuestro Dios.
Hay dos temas que pueden acompañar nuestra oración de este
día.
Primero:
En la lectura de San Pablo a los Romanos se nos dice con
claridad que ninguno vive para sí mismo, sino para el Señor. Pues esto es lo
que pretendemos cuando nos acercamos a nuestro Dios, vivir para Él y desde Él.
Porque Jesús es Señor de vivos y de muertos. Y esta
realidad nos lleva a no juzgar nunca a nuestro hermano. Aprendemos a vivir
mirando todo de una forma nueva, con los ojos que Dios nos aclara al contacto
con Él.
La realidad de la muerte nos ayuda a relativizar muchas
cosas que, a veces, sobredimensionamos, tanto si son nuestras como de los
demás.
Al final tendremos que dar cuenta de nuestros actos. Por
eso mismo hacemos oración, para que nuestra vida se vaya conformando con el
pensar de Dios.
Segundo:
El Evangelio nos muestra de lleno el corazón
misericordioso de nuestro Padre.
Cercanos como estamos al inicio del Año de la
Misericordia, nos viene muy bien ir meditando en estos temas que nos adentran
en el Corazón bondadoso de nuestro Dios.
Con el mismo interés con que busca el pastor a la oveja
perdida, así nos busca Dios a cada uno de nosotros. Y se alegra al llegar a
casa, lo mismo que la mujer que ha perdido una moneda y rebusca hasta
encontrarla.
¿Tengo yo este celo por la salvación de las almas? ¿Me
preocupo de que haya personas que se han alejado del rebaño, o que nunca se han
acercado? ¿Busco y rebusco hasta que doy con lo que es necesario?
Estas preguntas y otras que se haga cada uno pueden
servirnos de termómetro para medir de verdad nuestra oración.
El trato asiduo con Dios jamás se desliga de la búsqueda
del mayor bien al mayor número.
Que la oración de este día nos encienda en este amor por
el bien de los demás y nos haga salir de nuestra comodidad o rutina.
Se lo pedimos así a Nuestra Señora, Ella siempre está
disponible para conducir hacia su Hijo Jesús.