* Primera
lectura: Lección de Matatías. Quien
quiera ser fiel al Señor no puede quedar esclavo de lo pasajero; y por salvar
su vida no puede vivir adulando a los poderosos. La Palabra de Dios ha de ser
proclamada con toda valentía; y el anuncio de la misma no puede hacerse sólo
con los labios, sino, de un modo especial, con una vida intachable. Pero, le pedimos al Señor
fortaleza de espíritu para que sepamos mantenernos en fidelidad a nuestra fe y
en paciente perseverancia para no dejarnos arrastrar por impulsos de ira o
venganza contra nuestros hermanos.
El celo de la casa de Dios y de su ley pueden generar en
los hombres, radicalizándose, actitudes violentas. Éstas, aunque tengan un
origen comprensible, no proceden de la aplicación prudente de la ley misma,
sino de las pasiones no dominadas. Aprendamos de la experiencia de Matatías. Es
preciso que muera el ídolo que fascina y estrecha la mirada, para que viva el
verdadero nombre de Dios. Cuando se disipa el ídolo, espejismo de un absoluto
sustitutorio, entonces aparece el Verbo, imagen del Invisible, único acceso al
Padre. Y nuestro deseo coincide con el de Dios: "¡Cuánto me gustaría
reunir a todos mis hijos!". El
mártir no es un fanático. No es un exaltado.
Cuando nos toque defender la integridad de la fe,
ayúdanos, Señor, a no defender sutilmente nuestras «posiciones personales»,
"nuestras maneras de ver", «nuestros hábitos de pensar»... ni, lo que
aún es peor, las ventajas humanas que la Fe nos depara. Colócanos, Señor, en la
humildad. Haznos receptores de tu mensaje. Danos
a todos, a la vez el sentido de la Justicia y de la Verdad... y el sentido del
Amor y de la Paz...
* Salmo
49: El Señor
nos llama a juicio. Él nos confió el anuncio de su Palabra y nosotros no
podemos defraudarlo. Él ordena que congreguen ante Él a quienes sellaron sobre
su altar su Alianza. Nuestros pasos van, con seguridad y firmeza, tras las
huellas de Cristo. Por eso, a pesar de las críticas, persecuciones, burlas y
amenazas de muerte, hemos de vivir fieles al Señor. Dios ha hecho con nosotros una
Alianza: Hacernos hijos suyos por nuestra unión en la fe a su único Hijo, Jesús.
Dios vela por nosotros como un Padre.
* Evangelio: La lección profética de Jesús se cumplió muchas veces en
Israel. La falta de paz interior en las personas, en las familias, en la
sociedad, acaba siendo un desorden que sólo genera tormentas de sangre y odios.
La virtud hace lo contrario.
Jesús lloraba sobre Jerusalén. Jesús, poseído firmemente
por la conciencia y misión que había asumido, nos busca a todos con su palabra
y con sus gestos de amor misericordioso. Cuando él llora sobre Jerusalén, llora
por todos los redimidos que no mostramos voluntad de ser sus discípulos en la
verdad y en el amor, y nos ve profundamente desagradecidos a su amor. Si no
valoramos el momento de gracia en que vivimos, perdemos continuamente la
oportunidad de hacernos hijos del Padre, hermanos de los hombres, voz de la
naturaleza, mano amiga de los necesitados.
Si creemos en Cristo, nos hemos de hacer uno con Él; hemos
de vivir conforme a su Vida en nosotros; y hemos de actuar dejándonos conducir
por su Espíritu, que habita en nosotros como en un templo. Mientras aún es
tiempo; mientras aún es de día, trabajemos esforzadamente para que el Reino de
Dios llegue a su plenitud entre nosotros.
Oración final:
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre
los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos,
por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar
la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.