El
evangelio que hoy nos presenta la Iglesia en este último viernes del Año
Litúrgico, está tomado del discurso escatológico de S. Lucas en su capítulo 21.
Si lo leemos en su contexto nos resultará más fácil su ponderación.
Jesús está anunciando la ruina de Jerusalén, con objeto de
poder llegar al corazón de sus oyentes. Muchos de ellos se sienten orgullosos,
no solo de su ciudad y de su templo.., sino también de la institución religiosa
a la que pertenecen, el pueblo de Israel.
El Señor les está anunciando, que todo aquello que brilla
o que está en su esplendor, dejará de estarlo y dejará de serlo… Él les habla
de un cielo nuevo y de una tierra nueva, para que se abran a las realidades
eternas, aquellas que no perecen…
Los comentaristas nos dicen, que cuando S. Lucas describe
la Parusía, no tiene como objetivo el satisfacer la curiosidad de sus oyentes,
dándoles a conocer los detalles del fin del mundo, sino sobre todo, quiere
destacar la figura de Jesucristo, el Hijo del hombre, que vendrá en el
esplendor de su gloria, y que los fenómenos llamativos, solo resaltarán su
venida.
La venida del Señor, a unos causará temor y a otros
producirá gozo, dependiendo del sentido que cada uno haya dado a sus vidas…
Para nosotros, los cristianos, debería ser un alivio y un gran regalo. Fijaros
lo que dice el versículo anterior al que comienza hoy el evangelio: “Cuando empiece a suceder esto,
levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación.” (Lc. 21,28).
Es necesario que pasemos por estos hechos, de una u otra
manera, antes o después de la venida del Señor, pues no son destructivos,
sino transformativos… Es lo mismo que le ocurre al no nacido, cuando ya ha
nacido.., o cuando se pasa de la infancia a la adolescencia…
Siempre nos impresiona la caída del cielo o de la tierra…
Estos fenómenos precederán a la venida gloriosa de Jesús. Es como si las
criaturas quisieran opacarse, para que solo Dios resplandezca… “Cuando veáis que suceden estas
cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios…” (Lc.21,31).
Vivamos en gozosa esperanza, sabiendo que la venida del
Señor, será para todos nosotros una realidad en el momento de la muerte. Que
así sea…