1. Oración preparatoria:
hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la
ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de
Ejercicios (EE 46): “Señor,
que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2. Petición:
Podemos pedir por las intenciones y las necesidades de nuestros hermanos
misioneros en Perú que celebran la memoria de San Martín de Porres cerca de
donde transcurrió su vida.
3. Puntos para orar:
Hoy celebramos la memoria libre de San Martín de Porres (1579–1639). Su vida
humilde de caridad incansable y de apostolado en las labores más sencillas es
un ejemplo luminoso para nosotros y nos puede ayudar en nuestra vida cotidiana.
Martín fue un mulato nacido en Lima (Perú). Su padre Juan de Porres o Juan Porras,
era un hidalgo burgalés, bastante pobre, y su madre Ana Velázquez, era una
mulata nacida en Panamá y afincada en Lima. A los 15 años Martín entró como
donado (criado) en el convento de los dominicos de Lima. Más tarde, en 1603,
venciendo la oposición de su padre, entró como hermano lego en el convento de
los dominicos de Lima, en el que permanecería toda su vida.
Martín se preparó en sus
años de juventud como barbero y enfermero, y estas habilidades las utilizó el
resto de su vida para hacer el bien y llevar el consuelo a muchos enfermos y
personas necesitadas. En su vida se le atribuyeron multitud de acciones
milagrosas: curaciones inexplicables, bilocaciones, levitaciones mientras
oraba, profecías, don de ver las conciencias, etc.
Fue contemporáneo de los
también santos Toribio de Mogrovejo, obispo que le confirmó, de Rosa de Lima,
terciaria dominica a la que seguramente conoció y de Juan Macías, religioso y
misionero dominico, con el que mantuvo una estrecha amistad. La vida de Martín
se desarrolló en un período de la Iglesia del virreinato del Perú, fecundada
con la vida y el testimonio de estos grandes santos.
Su vida fue de gran
penitencia, laboriosidad y humildad, dedicada fundamentalmente a la atención
material del convento al que pertenecía y a la ayuda caritativa de multitud de
necesitados de la ciudad de Lima. Su caridad no tenía fronteras y llegó a
promover, con las limosnas del virrey del Perú, un asilo y escuela para aliviar
las necesidades de los pobres y abandonados de la ciudad.
Martín de Porres fue
beatificado en 1837 y canonizado en 1965 por el Papa San Juan XXIII que hizo el
siguiente elogio de él: "Martín
excusaba las faltas de los otros. Perdonó las más amargas injurias, convencido
de que él merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón
animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos,
proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudó a campesinos, a
negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llamaba ‘Martín,
el bueno’."
Para la oración de hoy
podemos repetir y aprender de memoria el corto salmo 130, que nos propone la
liturgia de hoy y que nos pone en onda con la vida de Martín de Porres:
SALMO 130
Señor, mi corazón no es
ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero
mis deseos,
como un niño en brazos de
su madre.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.
4.
Unos minutos antes del final de la
oración: Diálogo con la Virgen. Avemaría.
5.
Examen de la oración:
ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o
sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el
consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias
al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para
enmendarlo.
6.
Jaculatoria para hoy: hacemos nuestra la respuesta al salmo “guarda mi alma en la paz, junto a
Ti, Señor”