Lectura del libro de las Lamentaciones
(3, 17-26)
Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me
digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.» Fíjate en mi
aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar
en ello, y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da
esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión;
antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es
mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan
y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Salmo responsorial (129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8)
R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor, espera en
su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R.
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R.
Aguarde Israel al Señor, como el
centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia la redención copiosa. R.
porque del Señor viene la misericordia la redención copiosa. R.
Y él redimirá a Israel de todos sus
delitos. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6,3-9)
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo
fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la
muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si
nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará
también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja
condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra
personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado: porque
el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con
Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio
sobre él.
Lectura del santo evangelio según san Juan (14, 1-6)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Que no
tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas estancias; si no fuera así; ¿os habría dicho que voy a
prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo,
para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el
camino. » Tomás le dice: -«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?» Jesús le responde: -«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie
va al Padre, sino por mí.»