7 noviembre 2015. Sábado de la XXXI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Vamos a pedir al comienzo de la oración que el Espíritu Santo llene nuestros corazones, que nos llene de sus fuerzas y de su amor.
Si no es el Espíritu de Jesús quien llena nuestro corazón, ¿Quién lo llenará? Se nos meterá  poco a poco todo aquello que no es Dios. O dicho de otro modo si no es el Espíritu de Dios quien nos ilumine o nos guíe no ordenaremos a su servicio aquello que es bueno  y que está también en  y fuera de nosotros.
El Espíritu es el que nos libera y no nos deja  que nada ni nadie nos esclavice.
El evangelio de hoy nos plantea uno de los problemas que desde siempre ha estado y estará  presente, nos plantea la codicia del dinero. Supongo que entre nosotros este tema no es algo capital, bien porque algunos no disponemos  a nuestro antojo del mismo por estar consagrados y otros como los militantes por que la paga es escasa y se tienen que conformar  con lo que les dan. Si bien esto es verdad, nos ronda de muchas formas: se nos introduce la codicia de tener aquello que otros tienen, aquello que está de moda o el último móvil que hace “más cosas”. Se nos va metiendo una forma de vivir más mundana y menos divina. Se nos mete el consumismo. Uno  gira más entorno a sí que a los demás y va dejando de construir el reino de Dios para construir su propio reinado, con aquello  que va teniendo o quiere tener.
Se nos introduce también de manera más sutil. La codicia de mi tiempo . Mi tiempo , incluso el de descanso se convierte en un negocio, para sacar adelante tal proyecto, para seguir trabajando, para conseguir unas “perrillas”…y no para los demás, para celebrar, para hacer fiesta, para recordar  al Señor y resituarle en nosotros, en nuestra familia y en los amigos.
Y al final que conseguimos, que el descanso se convierte de nuevo en cansancio.
Si no nos llenamos con Dios Trinidad, que es familia, tampoco estableceremos o consolidaremos relaciones, seremos  por tanto menos personas. La codicia de los bienes de este mundo nos despersonaliza. Apartar a Dios de nosotros, nos aísla, nos deja con nosotros mismos, con nuestros egoísmos sin abrirnos a los demás. ¿Qué tiempo dedicamos a nuestras familias, amigos los fines de semana? ¿Cómo este tiempo? ¿Qué priorizamos en nuestro ocio?

El servir al dinero y no a Dios enfría el amor, porque toda nuestra mente, nuestras fuerzas están al servicio nuestro y no de los demás. Qué servicio presto a los demás, cuando ha sido la última vez que he explicado a alguien o le he ayudado en los estudios. Cuando ha sido la última vez que he ido a un comedor social a prestar algún servicio. La última vez que me he dejado aconsejar o que yo he aconsejado o compartido mi tiempo. El apostolado, también es un buen test. Hay tantas cosas que se posponen con tal de hacer lo mío. Este año va a estar dedicado a la misericordia, podríamos empezar por  tener misericordia de Dios y dejarle entrar a nuestro corazón. Empezar por ir sacando todo aquello que no le deja espacio o le expulsa de él.

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