Vamos a pedir al comienzo de la
oración que el Espíritu Santo llene nuestros corazones, que nos llene de sus
fuerzas y de su amor.
Si no es el Espíritu de Jesús
quien llena nuestro corazón, ¿Quién lo llenará? Se nos meterá poco a poco
todo aquello que no es Dios. O dicho de otro modo si no es el Espíritu de Dios
quien nos ilumine o nos guíe no ordenaremos a su servicio aquello que es
bueno y que está también en y fuera de nosotros.
El Espíritu es el que nos libera
y no nos deja que nada ni nadie nos esclavice.
El evangelio de hoy nos plantea
uno de los problemas que desde siempre ha estado y estará presente, nos
plantea la codicia del dinero. Supongo que entre nosotros este tema no es algo
capital, bien porque algunos no disponemos a nuestro antojo del mismo por
estar consagrados y otros como los militantes por que la paga es escasa y se
tienen que conformar con lo que les dan. Si bien esto es verdad, nos
ronda de muchas formas: se nos introduce la codicia de tener aquello que otros
tienen, aquello que está de moda o el último móvil que hace “más cosas”. Se nos
va metiendo una forma de vivir más mundana y menos divina. Se nos mete el
consumismo. Uno gira más entorno a sí que a los demás y va dejando de
construir el reino de Dios para construir su propio reinado, con aquello
que va teniendo o quiere tener.
Se nos introduce también de
manera más sutil. La codicia de mi tiempo . Mi tiempo , incluso el de descanso
se convierte en un negocio, para sacar adelante tal proyecto, para seguir
trabajando, para conseguir unas “perrillas”…y no para los demás, para celebrar,
para hacer fiesta, para recordar al Señor y resituarle en nosotros, en
nuestra familia y en los amigos.
Y al final que conseguimos, que
el descanso se convierte de nuevo en cansancio.
Si no nos
llenamos con Dios Trinidad, que es familia, tampoco estableceremos o
consolidaremos relaciones, seremos por tanto menos personas. La codicia
de los bienes de este mundo nos despersonaliza. Apartar a Dios de nosotros, nos
aísla, nos deja con nosotros mismos, con nuestros egoísmos sin abrirnos a los
demás. ¿Qué tiempo dedicamos a nuestras familias, amigos los fines de semana?
¿Cómo este tiempo? ¿Qué priorizamos en nuestro ocio?
El servir al dinero y no a Dios
enfría el amor, porque toda nuestra mente, nuestras fuerzas están al servicio
nuestro y no de los demás. Qué servicio presto a los demás, cuando ha sido la
última vez que he explicado a alguien o le he ayudado en los estudios. Cuando
ha sido la última vez que he ido a un comedor social a prestar algún servicio.
La última vez que me he dejado aconsejar o que yo he aconsejado o compartido mi
tiempo. El apostolado, también es un buen test. Hay tantas cosas que se
posponen con tal de hacer lo mío. Este año va a estar dedicado a la
misericordia, podríamos empezar por tener misericordia de Dios y dejarle
entrar a nuestro corazón. Empezar por ir sacando todo aquello que no le deja
espacio o le expulsa de él.