“A Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito
de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. A aquel que nos
amó, nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un
reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre, a Él, la gloria y el poder por los
siglos de los siglos. Amén”
Así termina la lectura del
Apocalipsis de la misa de hoy.
Y el Evangelio, de san Juan, así:
«Tú lo dices: soy
rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para sertestigo
de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
En esos dos textos podemos centrar
nuestra oración de hoy, que sale muy fácil del corazón. Pero empecemos
respirando con el Señor, recitando la oración del Padrenuestro, recalcando
especialmente: “Venga a nosotros tu Reino”.
La oración de hoy tiene que ser de
alabanza, de alabanza continua, y de petición: Venga tu Reino a nuestro
corazón, que escuchemos tu voz, Señor.
Rey eternal, resuena en nuestros
corazones el llamamiento de Ejercicios Espirituales. Renovemos hoy la respuesta
que en esos días de silencio le dimos.
Vamos a pedir para ello al Espíritu
Santo luz y gracia, fuerza, para entender de verdad que Jesucristo es el Señor,
el testigo fiel, el testigo de la verdad, el testimonio viviente de un Reino
que no es de este mundo. El nos enseña cómo es ese Reino, que tantas veces
falsificamos y caricaturizamos.
Luz para conocer los engaños “del mal
caudillo”, y gracia para librarnos de ellos, pedimos en Ejercicios. Luz para
reconocer que sólo Él es el Señor de nuestra vida, el que da
sentido a la historia, al universo, a la Iglesia, a la pequeña parte de la
misma que es la Milicia y el Movimiento de Santa María, el que da sentido a
nuestra propia existencia.
Jesús no es un rey terrenal, no tiene
poder político, no enseña una doctrina religiosa. Es un profeta, un testigo que
anuncia un acontecimiento, algo que pide ser escuchado, pues lo puede cambiar
todo:
Dios se ha introducido en la historia
humana por el camino de la humildad, de la sencillez, del desaparecer en las
cosas ordinarias de la vida. Hay que cambiar, vivir de manera diferente, creer
en esa Buena Noticia.
Pilato no lo entendió, pero nosotros
hoy tampoco terminamos de entenderlo. Jesús se resistió siempre a ser
proclamado rey y les exigirá a los apóstoles que no sean como los reyes y
gobernantes, sino que se comporten como los servidores de todos. Sólo buscaba
una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar
como actúa Dios, convirtiéndose así, como Él, en testigos de la verdad, en
testigos fieles del amor y la
misericordia de Dios, que no quiere la muerte del hombre, sino que se convierta
y viva.
No lo olvidemos, es un rey coronado
de espinas, burlado por los soldados y asesinado en una cruz de esclavos. No
nos avergoncemos, pues, de este Cristo perseguido y muerto por ser testigo de
la Verdad.
“Buscad primero el Reino de Dios y su
justicia y lo demás se os dará por añadidura”. Un reino que consiste en la
soberanía del amor, y quiere agrupar bajo su bandera a hombres nuevos que
predican con su vida la misericordia y la compasión.
“Venga a nosotros tu Reino”.