“¿Hasta cuándo vas a estar
lamentándote por...”, dando vueltas innecesarias a sucesos, ideas,
pensamientos, problemas, nostalgias... El Señor nos invita, al igual que a
Samuel, a no dejarnos llevar por la fantasía de la imaginación;
quiere que le presentemos de forma objetiva eso que nos
ronda a la cabeza, aquello que nos preocupa, y Él nos transmitirá su serenidad,
aportándonos luz al tema presentado para, inmediatamente después, ponernos de
nuevo en camino con una mirada más amplia y general de nuestra vida. Esto nos
lleva también a conseguir dejar de mirarnos a nosotros mismos, convertir
nuestro espejo en cristal para ver a los demás.
“El sábado se hizo para el hombre” y
no al revés. Primero: el domingo descansemos, estemos con el Señor, pero no
huyamos de ayudar a nuestros prójimos; es un día de donación, no de evasión.
Segundo: la norma es para cumplirla en el ejemplo, no para adaptarla a mis
gustos y así poder criticar a todo aquel cristiano o grupo que las cumpla de
forma diferente a mi visión; sepamos ver en la variedad de la Iglesia
diferentes estilos de concretar la norma de Jesús y el Evangelio; sepamos no
criticar y, aún más, sepamos acoger con cariño cada una de estas formas.
Señor, Tú lo sabes todo, que nada me
perturbe el ánimo ni me robe la serenidad. María, Esposa del Espíritu Santo,
Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad, ruega por nosotros.