Antes de comenzar nuestro rato de
oración, lo hagamos donde Dios quiera hay que hacer un esfuerzo para ponerse en
la presencia del Señor. Si estás en una capilla, te será más fácil pero también
tienes más culpa si has entrado, has estado un rato y aún no te has fijado en
QUIEN está en el sagrario. Él lleva toda la noche esperándote y soñando con
estos momentos. Por eso, míralo, fíjate despacio en él y dile lo primero que se
te ocurra; como cuando un amigo se encuentra con otro después de un tiempo.
Hoy,
día 8 de enero, muchos nos incorporamos a nuestro estudio o trabajo después de
las vacaciones y nos encontramos con unos cuantos compañeros que vienen un poco
desanimados de las vacaciones: tenían puestas muchas expectativas y no se han
cumplido, aparece un nuevo trimestre muy duro y con pocas ganas. Aquí es donde
debes actuar y con tu actitud y con tu ayuda les puedes ayudar mucho y por qué
no, ofrecerles asistir a la próxima tanda de ejercicios que tenemos en febrero.
De
la primera lectura podemos sacar una buena lección que nos puede servir en
nuestra vida espiritual: muchas veces ansiamos muchos de los dones que otros
reciben y la conclusión final es alentadora: “¿Acaso no soy para ti mejor que
diez hijos?”. Dios nos dice: ¿Acaso no soy para ti mejor que todos los bienes
que te puede ofrecer el mundo? Yo elijo a mi Señor, Él me basta y cumple todas
mis expectativas.
Después
en el Evangelio se nos cuenta la elección que hace Jesús de los primeros
discípulos: Primero a Simón y Andrés, luego a Santiago y a Juan. Te invito a
escuchar cómo te elije a ti también y pronuncia tu nombre. Si lo oyes, deja
todo lo que haces y síguele. Ten la seguridad que sigues al mejor de los maestros.
Si puedes también arrastra a tus mejores amigos: están deseando, aunque no te
lo digan o incluso aunque te digan lo contrario.
Termina
tu rato de oración pidiéndole a la Virgen que te elija para estar al lado del
Señor: Madre, ponme junto a Jesús. Y tú grita: “SEÑOR, ELÍGEME”.