Me pongo en presencia de Dios. Pido a
Él me ayude en este tiempo de oración.
Pido por el fruto del viaje del Papa
a Chile y Perú. El Papa Francisco, misionero en estos momentos en América. Un
hombre providencial para los tiempos que corremos.
La primera lectura nos
habla del perdón y de la misericordia. ¡Cuánta misericordia tiene Dios con
nosotros! ¡Cuánto nos cuesta perdonar! ¿Qué siento en cada una de las
confesiones? Recuerda aquel dicho: “Si quieres ser feliz un instante,
véngate de una persona y si quieres ser feliz siempre, perdona”.
En el evangelio vemos
la elección de Jesús a los apóstoles. Nosotros elegimos a los amigos, a los que
nos parecen más agradables. Jesús llama con otros criterios. Elige a los
pobres, a gente de mala fama, a los que valen poco a los ojos del mundo. En ese
pequeño grupo de los apóstoles había gran variedad. Allí estaba el pescador que
luchaba cada día para dar de comer a su familia, y allí también estaba el
corrupto recaudador de impuestos que le quitaba su dinero. De estas historias
variadas Jesús hizo una comunidad para transformar el mundo. Son los compañeros
de Jesús, los que caminan con él, y eso es lo principal. Pero también los llamó
para transmitir su Palabra, y les dio poder para liberar a la gente de sus
males. Cada uno de nosotros, a su manera, puede vivir esa llamada.
Pensar en el rato de oración; cuántas
personas que conocemos han sido llamadas por el Señor y cuánto bien nos han
hecho en nuestra vida. Llamó a los que quiso para que estuvieran con él.
Damos gracias a Dios. Podemos
contemplar cómo va avanzando el anuncio del evangelio cuando solo fueron 12 los
apóstoles, y hasta dónde llega si le dejamos a Dios actuar. ¿Cómo voy
respondiendo a la llamada que Jesús me hizo un día? Voy sintiendo su presencia.
“Dadme vuestro amor y gracia que esta
me basta”.