20 enero 2017. Sábado de la II semana del Tiempo Ordinario – San Sebastián – Puntos de oración

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Una vez que ya nos hemos puesto en presencia de Dios pidiendo la asistencia del Espíritu Santo, podemos repetir al Señor lentamente y varias veces: “Ven Señor Jesús, ven Señor Jesús, …”.
Unos días antes de que acabase 2017 escuché que como Palabra del año 2017 había sido elegida: aporofobia; es decir miedo, rechazo o aversión a los pobres. Y es cierto. Por extraño que parezca sucede y mucho, y eso que se supone que vivimos en España y somos uno de los países más solidarios de mundo. Lo vemos día a día, cuando paseamos por las calles de nuestras ciudades, yendo a trabajar o a estudiar, la gente ve un pobre y pasa de largo sin más, con la excusa de las prisas o del qué dirán; vamos, un desprecio. Cristo está sufriente en ellos y pasamos de largo. Quizás una anécdota de este tipo, como es la Palabra del año, nos pueda ayudar a reflexionar y a preguntarnos cómo es nuestra relación con los pobres y necesitados, en el fondo: ¿cómo es mi relación con Cristo, con Cristo sufriendo en los pobres? ¿Me está llamando Cristo cuando los veo en la calle? ¿Por qué me preocupo de mis cosas y no hago caso a su llamada? Recordemos: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.
En el Evangelio que se nos propone en las lecturas del día, observamos los prejuicios que la familia de Jesús con el propio Cristo. Jesús realiza la misión por la que ha sido enviado. Atiende a la gente e incluso sin tiempo para comer. En cambio, su propia familia no entiende lo que hace y le prejuzga llamándole loco, diciendo que no estaba en sus cabales. Algo así nos pasa a nosotros con los necesitados. Del mismo modo que la Jesús era prejuzgado por su familia, nosotros podemos llegar a prejuzgar a los pobres. No nos interesa entender por qué están en la calle, no va con nosotros e incluso prejuzgamos su situación.

María Santísima, buena madre, danos un corazón limpio y entregado como el tuyo para que tengamos una mirada cristalina para poder ver a Cristo en los necesitados. Que no prejuzguemos y sepamos darles una palabra de Esperanza.

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