3 de enero de 2018 – Santísimo Nombre de Jesús – Puntos de oración

Con sencillez, reconocemos nuestra incapacidad para orar (dialogar con Dios), pero a su vez, despertamos la confianza y abandono en el Espíritu Santo que ora en nosotros con palabras que no podríamos explicar.
“Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”, Hoy, podemos decir que lo hemos visto manifestado en Belén y lo seguiremos contemplando hasta la Epifanía. El apóstol deduce que, de mirarle tal cual es, se sigue el llegar, ¡atención!, a ser semejantes a él. Enorme afirmación de  san Juan. Ya nos aconsejaba Sta. Teresa, “sólo os pido que le miréis y todo se os hará llevadero”. De ahí, la importancia de pasar ratos y más ratos, en la contemplación de este precioso niño. Así, nos contagiará esa paz, serenidad, aceptación, fortaleza para amar, comprensión (de uno mismo y de los demás), creatividad, olvido de los propios gustos y  caprichos, disponibilidad…y un largo etc.
SER SEMEJANTES A ÉL, ¿Qué puede suponer esto, aquí y ahora?, ¿Añadiría, quitaría algo, daría un nuevo giro, avanzaría o retrocedería alguna cuestión de mi vida?,¿cómo me imagino, a él mí, deseando, pensando, haciendo o amando? Y, si aplicamos este llegar a ser semejantes a él, a nivel de grupo o de nuestro entorno, ¿Qué concreciones supondría?, ¿qué perfil de nuevos ambientes, coloridos  o formas supone estar “perfumados” del aroma de Cristo? Detengámonos pues ante este Jesús-bebé y dejemos que el Espíritu nos sugiera las acciones concretas; ¿Cómo se comporta, de cara a sus padres, a sus semejantes, al Padre eterno? Porque lo veremos tal cual es.
Permanecer en la contemplación de Jesús, para no pecar. Esta es una conclusión que afirma san Juan de manera contundente; todo el que peca no le ha visto ni conocido. Porque él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.
Resulta consolador, a la vez que es un programa de vida, escuchar al apóstol estas afirmaciones. Consuelo, comprobar en nosotros cómo realmente hay gracia en mirarle. Y que nos va limpiando del pecado y de sus mil ramificaciones (recordemos las renuncias a Satanás y sus obras que hacemos en la noche de Pascua).
Programa de vida; puedo pensar, ¿qué cosas, situaciones, personas ó actividades me desvían del dedicar a diario un tiempo a la contemplación de Jesús?
Si tengo “gracia suficiente” aún puedo dar otro paso, ¿Dejo el mirarle sólo para el rato de oración?, ¿En qué pongo mis ojos el resto de las 23,5 horas del día? Y, también, si Jesús se manifiesta para quitar los pecados, ¿puedo cuidar, frecuentar y buscar un confesor que facilite esa tarea salvadora del Señor sobre mí alma?
            En el evangelio, se nos anuncia a Jesús como el que quita el pecado del corazón; aquel sobre el cual el Espíritu bajaba del cielo como una paloma. En definitiva, aquel de carne y hueso al que yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

“Su profunda y sólida vida espiritual estuvo centrada en el misterio eucarístico, en la intimidad e identificación con Cristo y en la unión con Él.”. Estas palabras se nos dicen del P. Tomás Morales en el Decreto de virtudes heroicas. Son guía, modelo y estímulo. También, en permanecer unidísimos a la Inmaculada Madre de Dios, pues ¡Ella nunca falla!

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