27 enero 2018. Sábado de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ya estamos en el 2018, casi sin enterarnos, pero no solo eso sino que se está acabando el mes de enero y sin apenas enterarnos, pero con el arranque que nos ha dado celebrar la Navidad en la que al nacer Jesús hecho hombre, nacemos nosotros de nuevo, nos trasformamos en criaturas nuevas al contemplar a ese Niño y adorar la Divinidad tomando tierra.
Han ocurrido tantas cosas en estos días que, al ir repasando a las tres personas en Belén, al llegar a la Virgen nos quedamos con ella ponderando en nuestro corazón todo lo sucedido con el Venerable P. Tomás Morales anonadados dando gracias desde un rincón.
Ahora se acerca el día 2 y 11 de febrero, que celebraremos jubilarmente pasando por Écija y haciendo que pasen todos los que puedan en especial los que le han conocido y los que no, para que le conozcan y puedan lucrar el Jubileo que requiere las condiciones de todos.
Pensando que es SÁBADO, día que debemos dedicar de forma especial a la Virgen haciendo lo que más le agrada pensando que es su día, comenzamos nuestra oración en su presencia con la oración sólita de san Ignacio: “Que todas nuestras intenciones, acciones y operaciones sean encaminadas en su servicio y alabanza” más en este día.
La primera idea la podemos sacar del pecado de David es toda una catequesis del pecado: Primero darse cuenta de que ha pecado el Señor se va a servir de Natán para ello, (cuántas veces nosotros nos hemos dado cuenta por otros o por otras situaciones); segundo que es una ofensa que igual que le produce cólera a David,  nos la  produce a nosotros; tercero la penitencia: “He pecado contra el Señor”.
Pero ahora viene lo mejor: “También el Señor ha perdonado tu pecado” es la reconciliación. Dios perdona siempre, siempre, no lo olvidemos, crea en nosotros un corazón puro, nuevo, no sin antes tener la penitencia que corresponda:“Ayunaba y pasaba as noches acostado en tierra. Los ancianos de su casa se acercaron a él e intentaban obligarlo a que se levantara del suelo, pero no accedió, ni quiso tomar con ellos alimento alguno”.
¿Cuál es el resultado? Dios crea en todo el que se arrepiente un corazón nuevo, puro, un espíritu firme, devuelve la alegría de la salvación y cantará y danzará y proclamará ante el pueblo las alabanzas del Señor.
La segunda de la tempestad calmada que también conocemos porque la hemos meditado tantas veces y nos ha llenado de confianza: “No tengáis miedo, ¿por qué teméis?” Parce que no le importa que se hundan sus discípulos, pero no es así, fijaros cómo reacciona diciéndoles que no tengan miedo y para que vean que estando con Él no hay nada que temer increpa al mar y el mar le obedece y la tempestad desaparece.
Este pasaje del Evangelio le tenemos que tener muy presente sobre todo cuando algo nos hace temblar, perder la paz, la inseguridad, la duda la desconfianza, el cansancio, la rutina, la desgana, la desolación, falta de ganas de estudiar, trabajar, atender las obligaciones, el apostolado, el pesimismo, la tristeza y tantas sombras con las que el demonio nos tienta continuamente para que lo dejemos. En esos momentos que bien viene poner en nuestro corazón e incluso en nuestros labios estas palabras del Señor: “No tengas miedo”. Nos dice en otro lugar eso mismo y añade: “Yo he vencido al mundo”. Aquí la imagen es la tempestad.
Oremos con las palabras del Señor, las repitamos una y otra vez haciendo oración del corazón.
Otras veces será de las oraciones de la Misa como nos invita el papa Francisco. Las oraciones de la misa tienen siglos de sabiduría encerrada en su contenido, sobre todo en la colecta, ofertorio y comunión y las antífonas o el aleluya. El aleluya de este día es precioso y con el termino: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito: TODO EL QUE CREE EN ÉL TIENE VIDA ETERNA”. ¿Hay quien dé más?

Santa María bendice mi oración.

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