Los apóstoles le
pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.»
Comenzamos la semana con tiempo
otoñal (primavera en el hemisferio sur) y antes de empezar con las tareas del
día o al finalizarlas, puestos en la presencia del Señor invocamos al Espíritu
Santo y nos disponemos sin prisas a estar a solas con Aquel que sabemos
nos ama (Santa Teresa). Ante el Señor, renovamos la ilusión por
nuestro trabajo, por las relaciones familiares y de amistad y con los
sentimientos de la Iglesia nos vamos a ir preparando para el fin del año
litúrgico.
En la primera lectura de hoy, San
Pablo le recuerda a gran colaborador Tito la tarea que le había encomendado al
enviarle a la isla de Creta: que pusiera en orden lo que aún quedaba por hacer
y que ordenara presbíteros en cada ciudad. Y le da el perfil moral, humano y
psicológico que deben tener los candidatos. Al meditar sobre estas
características debemos personalizarlas pensando que somos nosotros los elegidos.
Todos tenemos que remar dentro de la barca que es la Iglesia. Cada uno según su
propia vocación sin permanecer pasivos mirando como otros empujan la
embarcación. Dios nos pide a través de su Iglesia que seamos prudentes,
responsables y constantes. Creyentes, dóciles, con buena reputación en todo,
pacíficos, magnánimos y sin avidez por las ganancias. El papa Francisco, con un
leguaje más directo nos diría que no seamos cristianos “diluidos” como cuando
al vino se le echa demasiada agua, ni cristianos con criterios mundanos, es
decir, insípidos, apagados. «No balconeen la vida ni se queden con el alma
“sentada”» (Homilía del 13/01/2017). Ahora cabe preguntarse qué debemos
hacer para que el Señor nos encuentre bien dispuestos.
En el Evangelio se nos anima a pedir
la fe. Los apóstoles le pidieron al
Señor: «Auméntanos la fe.» La fe es esa fuerza que Dios da al
que se la pide y con la que todo se puede. En apariencia es pequeña,
insignificante y oculta como un granito de mostaza, una de las semillas más
pequeñas, pero que cuando se desarrolla se convierte en una fuerza capaz de
mover todo. Si por ejemplo le decimos a un árbol: "Arráncate de raíz y plántate en el
mar." Nos
obedecería.
Además, pensemos que la fe no es una
idea ni una doctrina, tampoco es una ideología. En el cristianismo, fe y vida
van de la mano. Las tres virtudes teologales están íntimamente relacionadas
como las tres patas de un trípode. Fe, esperanza y caridad. El Evangelio nos
habla de Jesús para creer en Él, vivir con Él y como Él. Jesús es nuestra fe,
esperanza y caridad y quien lo busca con sincero corazón, hoy bajo la petición
de los apóstoles, Señor auméntanos la fe lo encuentra. Jesús
siempre sale al paso del hombre, de cada hombre, también del hombre de nuestro
tiempo, en todas sus circunstancias, con sus luces y sombras.
Podemos terminar con una súplica a la
Virgen María.
Madre de Cristo y de la
Esperanza: alienta mi fe, mantén siempre viva en mí la llama del amor, para que
sea yo otro Cristo para ti, para el Padre y para los demás.