12 noviembre 2018. Lunes de la XXXII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.»
Comenzamos la semana con tiempo otoñal (primavera en el hemisferio sur) y antes de empezar con las tareas del día o al finalizarlas, puestos en la presencia del Señor invocamos al Espíritu Santo y nos disponemos sin prisas a estar a solas con Aquel que sabemos nos ama (Santa Teresa). Ante el Señor, renovamos la ilusión por nuestro trabajo, por las relaciones familiares y de amistad y con los sentimientos de la Iglesia nos vamos a ir preparando para el fin del año litúrgico.
En la primera lectura de hoy, San Pablo le recuerda a gran colaborador Tito la tarea que le había encomendado al enviarle a la isla de Creta: que pusiera en orden lo que aún quedaba por hacer y que ordenara presbíteros en cada ciudad. Y le da el perfil moral, humano y psicológico que deben tener los candidatos. Al meditar sobre estas características debemos personalizarlas pensando que somos nosotros los elegidos. Todos tenemos que remar dentro de la barca que es la Iglesia. Cada uno según su propia vocación sin permanecer pasivos mirando como otros empujan la embarcación. Dios nos pide a través de su Iglesia que seamos prudentes, responsables y constantes. Creyentes, dóciles, con buena reputación en todo, pacíficos, magnánimos y sin avidez por las ganancias. El papa Francisco, con un leguaje más directo nos diría que no seamos cristianos “diluidos” como cuando al vino se le echa demasiada agua, ni cristianos con criterios mundanos, es decir, insípidos, apagados. «No balconeen la vida ni se queden con el alma “sentada”» (Homilía del 13/01/2017). Ahora cabe preguntarse qué debemos hacer para que el Señor nos encuentre bien dispuestos.
En el Evangelio se nos anima a pedir la fe. Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» La fe es esa fuerza que Dios da al que se la pide y con la que todo se puede. En apariencia es pequeña, insignificante y oculta como un granito de mostaza, una de las semillas más pequeñas, pero que cuando se desarrolla se convierte en una fuerza capaz de mover todo. Si por ejemplo le decimos a un árbol: "Arráncate de raíz y plántate en el mar." Nos obedecería.
Además, pensemos que la fe no es una idea ni una doctrina, tampoco es una ideología. En el cristianismo, fe y vida van de la mano. Las tres virtudes teologales están íntimamente relacionadas como las tres patas de un trípode. Fe, esperanza y caridad. El Evangelio nos habla de Jesús para creer en Él, vivir con Él y como Él. Jesús es nuestra fe, esperanza y caridad y quien lo busca con sincero corazón, hoy bajo la petición de los apóstoles, Señor auméntanos la fe lo encuentra. Jesús siempre sale al paso del hombre, de cada hombre, también del hombre de nuestro tiempo, en todas sus circunstancias, con sus luces y sombras.
Podemos terminar con una súplica a la Virgen María.
 Madre de Cristo y de la Esperanza: alienta mi fe, mantén siempre viva en mí la llama del amor, para que sea yo otro Cristo para ti, para el Padre y para los demás.

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