Para la oración de hoy, tras serenar
el corazón, ponernos en presencia del Omnipotente, e invocar al Espíritu Santo,
os brindo un texto del Papa Francisco para que nos ayude a meditar sobre el
Evangelio de hoy.
Por cierto, que también se puede
hacer la oración, si el Señor te lleva por ahí, sobre la carta de San Pablo a
Filemón, tan conocida por todos nosotros y que tantos recuerdos nos trae. Es
una preciosidad de texto, para disfrutarlo con toda la Iglesia hoy.
“El Reino de Dios no es un
espectáculo. El espectáculo, tantas veces es la caricatura del Reino de Dios.
El espectáculo. El Señor jamás dice
que el Reino de Dios es un espectáculo. ¡Es una fiesta! Pero es diferente. Es
fiesta, ciertamente, es bellísima. Una gran fiesta. Y el Cielo será una fiesta,
pero no un espectáculo. Y nuestra debilidad humana prefiere el espectáculo.
Tantas veces el espectáculo es una
celebración – por ejemplo, en las bodas – a las que se presenta gente que más
que a recibir un Sacramento va a hacer el espectáculo de la moda, del hacerse
ver, de la vanidad.
En cambio, el Reino de Dios es
silencioso, crece dentro. Lo hace crecer el Espíritu Santo con nuestra
disponibilidad, en nuestra tierra, que nosotros debemos preparar. También para
el Reino, llegará el momento de la manifestación de la fuerza, pero será sólo
al final de los tiempos:
El día que hará rumor, lo hará como
el rayo, chispeando, que se desliza de un lado al otro del cielo. Así será el
Hijo del hombre en su día, el día que hará rumor.
Y cuando uno piensa en la
perseverancia de tantos cristianos, que llevan adelante su familia – hombres,
mujeres – que se ocupan de sus hijos, cuidan a los abuelos y llegan a fin de
mes sólo con medio euro, pero rezan.
Ahí está el Reino de Dios, escondido,
en esa santidad de la vida cotidiana, esa santidad de todos los días. Porque el
Reino de Dios no está lejos de nosotros, está cerca. Ésta es una de sus
características: cercanía de todos los días.
También cuando describe su venida, en
una manifestación de gloria y de poder, Jesús añade inmediatamente que antes es
necesario que Él sufra mucho y sea rechazado por esta generación.
Lo que quiere decir que también el
sufrimiento, la cruz, la cruz cotidiana de la vida – la cruz del trabajo, de la
familia, de llevar adelante bien las cosas – esta pequeña cruz cotidiana es
parte del Reino de Dios.
Pidamos al Señor la gracia de cuidar
el Reino de Dios que está dentro de nosotros con la oración, la adoración y el
servicio de la caridad, silenciosamente.
El Reino de Dios es humilde, como la
semilla: humilde, pero se vuelve grande, por la fuerza del Espíritu Santo.
Debemos dejarlo crecer en nosotros, sin vanagloriarnos: dejar que el Espíritu
venga, nos cambie el alma y nos lleve adelante en el silencio, en la paz, en la
tranquilidad, en la cercanía a Dios, a los demás, en la adoración a Dios, sin
espectáculos.”
Papa Francisco. Homilía en Santa
Marta, 15 de noviembre de 2014.