En la Biblia aparecen, en distintos
pasajes, las vidas de muchos Reyes que marcaron un antes y un después en el
pueblo judío. La acción de Dios pasa por todos ellos de muy diversas formas.
Ser bendecido y amado por Dios no
implica una vida sin dificultades, sin momentos dolorosos, sin persecuciones o
batallas en la que gana o se "pierde" aparentemente todo. Pedimos
ser dóciles al plan de Dios para con nosotros.
En las lecturas de hoy, la figura de
Cristo da un giro inesperado. La vida se Jesús deja de verse como la vida de
"un judío más", para ser la vida de Jesús: Rey de los judíos. Pedimos
reconocer a Jesús como Rey nuestro.
La afirmación de que Jesús es Rey no
termina de aclarar las ideas a un Pilatos que quiere ver, con los ojos de los
hombres, lo que solo se puede ver con los ojos del alma. Pedimos fe,
para reconocer a Dios en el prójimo.
Ambos tienen autoridad, uno para
castigar injustamente, otro para perdonar los pecados; uno para desentenderse
de la vida de un hombre inocente, otro para cargar con las culpas de toda la
humanidad; uno para someter al pueblo judío bajo la soberanía del César, otro
para hacernos partícipes del reino de Dios en la tierra; uno buscando sus
propios intereses, otro defendiendo la verdad. Pedimos fuerza y
valentía para optar por el seguimiento del Rey Eternal.
Nuestra vida puede parecerse, en ciertos
momentos, al dialogo entre Jesús y Pilatos. Queremos ser nosotros los que
hagamos las preguntas a Dios sin importarnos las respuestas. Queremos ser
nosotros los que marquemos los tiempos de nuestro dialogo con Dios, y nos
enojamos cuando no recibimos respuesta o cuando no terminamos de entender que
nos quiere decir el Señor. Pedimos paciencia, humildad y perseverancia
en la escucha de la voz de Dios en nuestra vida.
Dejemos que Jesús, Rey del Universo, nos
ilumine con la verdad, y nos conceda la gracia de seguirle y serle fiel;
haciendo que su reino esté en el mundo sin ser del mundo. Pedimos la
santidad en el día a día.
Celebra con gozo esta solemnidad con la
que concluimos el año litúrgico, dentro del marco de la campaña de la
Inmaculada. Buscando experimentar el amor de Jesús a través del amor de su
Madre: la Virgen.