Nos ponemos en presencia del Señor.
No vengo a pensar en Dios, sino a encontrarme Contigo.
Pedir gracia a Dios nuestro Señor,
para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas
en servicio y alabanza de su divina majestad.
Es fácil que en medio de una sociedad
convulsa como la nuestra, sociedad líquida, busquemos seguridades humanas en
Dios. Pero el Evangelio es otra cosa muy distinta a un mero apoyo ideológico.
Nos encontramos extremismos que nos
golpean por izquierda y por derecha. Si nos bombardean por la izquierda, es
triste cómo cristianos se van a la derecha. Si nos acechan por la derecha,
reculamos hacia la izquierda. Todo tan demasiado humano…
El Evangelio nunca ha sido posesión
de la derecha o la izquierda, sino del Altísimo. Vivir como cristiano en
nuestra sociedad líquida implica vivir mirando a lo Alto, con los pies en la
tierra, pisando el barro de nuestros hermanos los hombres.
¡Qué difícil es encontrar un
discípulo del Señor que no sea un camina e ni un mundanizado! El rostro de
Cristo en su mundo fue un escándalo para los extremistas (era manso y humilde),
y una incomodidad para los acomodados (naciendo en un pesebre, y reinando desde
el trono del madero).
Hoy, en el aniversario de la
beatificación en 2007 del grupo de 498 mártires de España en
época de la Guerra Civil, en que conmemoramos litúrgicamente en esta fecha
todos los mártires, santos y beatos, que dieron en España, en el siglo XX, su
testimonio de fe, se nos arenga, no a luchar por las ideas del Reino, no a
combatir por la reconquista de España, sino que Pablo hace una invitación
humilde y profundamente sorpréndete: “Tened entre vosotros los
sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús”. ¿Y si los mártires,
no fueron los más echaos pa’lante, sino los que tuvieron un corazón
que vibró en la misma frecuencia de onda que el Corazón de Cristo? Él,
a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por
uno de tantos.
Hay en el ejemplo de los mártires que
hoy recordamos una humilde invitación, que espera ser acogida por
cada uno de nosotros, concretándola en nuestras vidas: Cristo nos invita a su
intimidad, a dejarnos modelar (¡incluso nuestra sensibilidad!) por los
sentimientos de su propio Corazón. Qué gran gozo descubrirnos invitados, aun no
siendo quizá siervos ejemplares de la primera hora, al banquete de nuestro
Señor:
-«Un hombre daba un gran banquete y
convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los
convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron
uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a
verlo. Dispénsame, por favor. " Otro dijo: "He comprado cinco yuntas
de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me
acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a
contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado:
"Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a
los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se
ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo:
"Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me
llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi
banquete.»
Terminar con un coloquio con nuestra
Madre, la discípula humilde y confiada, que sintió palpitar el Corazoncito del
Señor en sus entrañas. Madre, que me deje mirar por Él, que conozca su
Amor para conmigo.