18 noviembre 2018. Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Puntos de oración


Las lecturas de este domingo nos orientan hacia la vida eterna. Estamos al final del año litúrgico y nuestro corazón ha de llenarse de la esperanza cristiana: llegará un día en que el Señor vendrá por nosotros para darnos el mayor regalo, hacernos como Él, purificar nuestro corazón hasta hacerle capaz de amar cómo Él ama. Eso es el Cielo. O, como dice el salmo: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa”, “me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu semblante”, por eso, ya ahora, “se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena”. La esperanza cristiana es alegría. A pesar de las dificultades y tribulaciones que nos anuncian el libro de Daniel y Jesús en el Evangelio, nada han de temer sus elegidos.
Quizá hoy parece que se cumplen muchas de esas señales: gran angustia de los hombres, la luz del sol en tinieblas (cuántas mentes cegadas por los errores contemporáneos: comunismo, ideología de género, capitalismo, consumismo, etc.), el tambalearse de las estrellas y los astros (las grandes certezas de la vida: la familia, el trabajo, el cuestionamiento de la autoridad de la Iglesia, el desprestigio de la política, la incertidumbre ante los cambios que vendrán, etc.). No sabemos si el final está cerca o si queda mucho tiempo, pero todo nos invita a confiar en el Señor, a reorientar toda nuestra vida hacia Él para estar preparados para su venida y para ser testimonio suyo en medio de los retos que nuestro tiempo nos presenta.

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