1. Se
me dijo a mí, Juan: «Estos dos testigos son los dos olivos y los dos
candelabros que están delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere
hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos: así
perecerá el que se atreva a dañarlos. (Ap 11,4)
Gracias, Señor, por custodiarme así.
Nadie, ni el tentador por excelencia, el enemigo de natura humana, se atreverá.
Gracias, mi Dios, por elegirme portentosamente, por jugártela por mí, por
amarme hasta el extremo; ¿quién se atreverá? Que se atreva y se atenga a las
consecuencias. Gracias, Jesús, por ser mi Redentor, y te desvives por mí.
2. ¿Quién
podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que
tiene las manos limpias y puro el corazón;(Salmo 24)
Gracias, Señor, por invitarme a subir a
tu Montaña, a tu Reino. Limpia mis manos, purifica mi corazón. Enséñame a volar
cual pájaro solitario, a lo más alto, en silencio, con el pico al aire (del
Espíritu Santo); sin determinado color (sólo el de tu voluntad); cantando
suavemente (en contemplación y amor de su Esposo). ¡Madre, Inmaculada, haz que
su cruz me enamore y que en ella viva y more! Libre, sin apegos, amando del
todo, en todo, a todos.
3.
Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si tuvierais
fe como un granito de mostaza” (Lc 17)
¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe! Sé de
quién me fío, en Ti confío. Soy amado por Ti desde siempre, Tú eres el único
que merece mi crédito. Creo en Dios Padre…Creo en Jesucristo, Creo en el
Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el
perdón, la resurrección, la vida eterna. Amén.
4. Papa
Francisco: Aumentar nuestra fe en la Iglesia
Hoy desearía empezar algunas catequesis
sobre el misterio de la Iglesia, misterio que todos nosotros vivimos y del que
somos parte. Lo querría hacer con expresiones bien presentes en los textos del
Concilio Ecuménico Vaticano II. Hoy la primera: la Iglesia como familia de
Dios… La palabra misma “Iglesia”, del griego ekklesia, significa “convocación”:
Dios nos convoca, nos impulsa a salir del individualismo, de la tendencia a
encerrarse en uno mismo, y nos llama a formar parte de su familia… Todavía hay
quien dice hoy: “Cristo sí, la Iglesia no”. Como los que dicen: “yo creo en
Dios, pero no en los sacerdotes”. Pero es precisamente la Iglesia la que nos
lleva a Cristo y nos lleva a Dios; la Iglesia es la gran familia de los hijos
de Dios. Cierto, también tiene aspectos humanos; en quienes la componen,
pastores y fieles, existen defectos, imperfecciones, pecados; también el Papa
los tiene, y tiene muchos, pero es bello que cuando nos damos cuenta de ser
pecadores encontramos la misericordia de Dios, que siempre nos perdona. No lo
olvidemos: Dios siempre perdona y nos recibe en su amor de perdón y de
misericordia. Hay quien dice que el pecado es una ofensa a Dios, pero también una
oportunidad de humillación para percatarse de que existe otra cosa más bella:
la misericordia de Dios. Pensemos en esto. Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo a la
Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué
hago para que sea una comunidad donde cada uno se sienta acogido y comprendido,
sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida? La fe es un don y
un acto que nos incumbe personalmente, pero Dios nos llama a vivir juntos
nuestra fe, como familia, como Iglesia.
(Audiencia general 29/05/2013)
"El Sínodo no es un parlamento,
sino un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda actuar… No olvidemos
esto, fue el Espíritu Santo quien trabajo aquí…El Documento final debe trabajar
en nosotros. El Espíritu nos da a nosotros el documento para que trabaje en
nuestro corazón...Los últimos tres números sobre la santidad -recordó- hacen
ver que la Iglesia, nuestra Madre es santa pero los hijos somos pecadores. A
causa de nuestros pecados siempre el grande acusador que aprovecha- como dice
en el primer capítulo de Job- que gira por la tierra buscando a quien acusar.
En este momento nos está acusando fuerte y esta acusación se convierte en
persecución también... Persecuciones como las que suceden en Oriente o en otras
partes. Pero también otro tipo de persecuciones: acusaciones continuas para
ensuciar la Iglesia. La Iglesia no debe ser ensuciada. Los hijos sí somos
sucios, pero la Madre no, y por eso es el momento de defender a la Madre,
y a la Madre se la defiende del gran acusador con la oración y
penitencia. Por eso pedí en este mes que termina en pocos días,
de rezar el rosario, rezarle al arcángel Miguel, rezarle a la
Virgen para que cubra siempre a la Madre Iglesia. Sigamos haciéndolo.
Es un momento difícil porque el acusador a través de nosotros ataca a la Madre
y la Madre no se toca. Esto quería decirlo de corazón al finalizar el Sínodo”.
(28 octubre 2018)