7 noviembre 2018. Miércoles de la XXXI semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Mis queridos amigos:
¡Qué exigente es el evangelio que hoy nos presenta la Iglesia!
Y es que si queremos tener vocaciones, hombres y mujeres que quieran seguir de cerca a Jesucristo, tenemos que educar en la generosidad, en la renuncia, y en el desprendimiento… Tres palabras que, para nosotros, los que tenemos ya cierta edad, siempre han sido oídas..., conocidas… y vividas…
¿Cómo descubro yo el valor de la pobreza en mis tiempos jóvenes de militante de la Virgen...? ¡Inolvidable aquel primer expolio de mi vida…! O ese presentar una nota de gastos al final de mes, dando cuenta de mis pequeños o grandes caprichos…
¿Cómo descubro yo la posibilidad de vivir la castidad en una etapa juvenil dominada por lo sensible, lo sensual, lo sensitivo o pasional…?  Hubo hombres que me enseñaron a contemplar la vida desde las altas cumbres de las montañas…, que me hicieron pisar neveros, o me sumergieron en las aguas gélidas de Gredos…, o de Guadarrama…, después de marchas de superación y de esfuerzo… Todo esto me fue purificando los ojos… para ver la verdad, el bien, y la belleza…, y me fue fortaleciendo la voluntad para querer de verdad..., y me fue ensanchando el corazón con un gran ideal..., y cuando me sugirieron, ¿por qué no ofrecer a Dios tu actual castidad con un voto privado...? estaba ya preparado para poder decir sí quiero…
¿Cómo descubro yo el valor de la obediencia? Cuando comienzo a experimentar la Paz de Dios, esa paz que sobrepuja todo conocimiento…, al dejarme conducir en las pequeñas o grandes decisiones de mi vida…. por aquella persona que me guiaba…Y todo esto vivido sin salir del mundo, trabajando y estudiando, codo a codo con las realidades de mi tiempo, de mi época, de aquel momento histórico que me tocó vivir. Y cuando sonó la voz de Dios diciendo: “ven, y sígueme…” ya no tenía ninguna duda…
¡Seguiría a Jesucristo..., con aquellos que me sacaron de una masa amorfa y gregaria…, con su espíritu combativo en campañas apostólicas y campamentos de verano formativos...!
¡Seguiría a Jesucristo..., con aquellos que eran felices en una vida de austeridad, de disciplina, y de exigencia…!
¡Seguiría a Jesucristo..., con aquellos hombres que en conversación personal me parecían realmente profundos y coherentes, tanto en el pensar como en el actuar!
¡Seguiría a Jesucristo..., con aquellos que se llamaban Cruzados de S. María, y que la tenían a Ella, nuestra Santísima Madre en el centro de sus vidas…!
Creo que podemos concluir diciendo que… Sí, ¡hay vocaciones! Pero hoy como ayer…, se necesitan testigos que las recojan con una vida coherente y gozosamente cristiana.…

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