Jesús nos hace una advertencia seria
en este pasaje.
Si le observamos, está preocupado por
nosotros.
En la vida no podemos estar perdiendo
el tiempo. Comemos, bebemos, compramos, vendemos, andamos, hablamos, ¿pero con
qué objetivo: agradar a Dios cumpliendo su voluntad o esquivando el fondo y la
razón de nuestros compromisos?
Como dice un amigo nuestro: “Hay que
hacer lo que hay que hacer, que no es poco, pero hay que hacerlo”.
¡¿A qué estamos esperando?! ¡Demos el
paso ya, huyamos de esta mediocridad para buscar la excelencia hacia la
santidad!
La hora de la llamada al Reino vendrá
“como un ladrón en la noche”; no sabemos cuándo ni dónde.
Más claro no puede ser nuestro Padre.
Hablemos hoy con Él: ¿Qué es lo que
no estoy haciendo de tu voluntad? Recuérdamelo, que me he olvidado a causa de
mi debilidad.
“¿Cuál de los dos cumplió la voluntad
del Padre?”
“La fe es sencilla” titula José María
Aveldaño su libro. Y esa fe hay que ponerla en práctica.
Llegará la hora del nuevo “diluvio”
y, ¿aprobaremos “el examen del amor”?
“Nosotros hemos dejado todo lo que
teníamos para seguirte”.
“Todo el que haya dejado casas, o
hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.
María, Madre dulce; guíame hacia Su
voluntad, para darme cuenta a lo que estoy agarrado y no consigo desprenderme.