“A Dios que concede el hablar y el
escuchar le pido hablar de tal manera que el que escucha llegue a ser mejor y
escuchar de tal manera que no caiga en la tristeza el que habla”
Estamos llegando ya al final del Año
Litúrgico para comenzar el Adviento (el año litúrgico no coincide con el año
civil ni con el curso académico. La duración es de un año que comienza con el
Adviento y donde se celebran todos los misterios de la vida de Cristo). En esta
época las lecturas tienen un punto apocalíptico, de fin del mundo, y cargado de
simbología.
El libro a comer de la primera lectura
es precisamente la Palabra de Dios, la Voluntad de Dios, el seguimiento
del Señor. El seguimiento del Señor es dulce como la miel en el paladar: es
decir, el encuentro con el Señor está lleno de gozo; sin embargo “en el vientre
es amargo”, es decir, tiene una digestión pesada: el Señor no es “comida
rápida”, el Señor requiere tiempo para ser digerido, el encuentro con Él
requiere reposo, calma y caminar día a día, a veces fatigosamente, otras
alegremente, pero sabemos que es camino necesario, porque “¡Que dulce al
paladar tu promesa!”. Lee el salmo con detenimiento: habla de ley, de
mandamientos, de preceptos, pero es que sabemos que la ley de Dios es el Amor:
¿no es acaso gozoso el amor? Puede ser amargo, puede ser pesado y trabajoso,
pero siempre gozoso. También la práctica de la virtud (que tiene tanta relación
con la ley y los preceptos) si es del amor reflejo, es trabajoso y gozoso.
Esta propuesta revolucionaria del Señor,
encuentro y seguimiento, dulzor y amargor, trabajo y gozo, fatiga y consuelo,
tenía un atractivo especial para el pueblo que “estaba pendiente de él,
escuchándolo”. ¿Has descubierto tú ese atractivo de Jesús? Cada uno de nosotros
somos templo del Espíritu Santo, ¿cuidas el templo, que eres tú, como casa de
oración, como una persona de relación con el Señor? Escucha en este rato su
Voluntad amorosa, su Voluntad de amor… Quiere construir una historia de amistad
y de amor contigo… “para que siguiéndole en la pena, le sigas también en la
gloria”.
Feliz oración.
En Cristo.