La oración es un camino que parte de
la fe, avanza por la esperanza y culmina en el amor. Amor itinerante, receptivo
siempre al don del Espíritu.
Haz silencio dentro de ti, durante
unos minutos. El silencio más total dentro de tus posibilidades. Tu silencio es
como una fuerza arrolladora que avanza apartando y disolviendo cualquier
pensamiento o sentimiento que aparezca…Va quitando “cortinas hasta descubrir la
revelación que trae consigo el silencio”; el silencio es la gran revelación (Lao-Tse)
Estamos llamados a escuchar lo que el
Espíritu nos sugiera. El Espíritu Santo es siempre novedad.
Nos dice el Salmo: “Al que
salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida.”
Bartimeo gritaba junto al camino. Los
demás avanzaban, seguían con sus proyectos. El ciego esperaba a Jesús con fe,
con el corazón confiado. Jesús se acercó a él en actitud de diálogo, para
enseñarnos que también con un ciego despreciado se puede conversar. A esos que
querían que dejara de molestar les mostró que un hermano necesitado no es una
molestia. También hoy Jesús pasa por nuestras vidas y nos dirige esa pregunta
cargada de amor. “¿Qué quieres que haga por ti?” Y cada uno de nosotros puede
derramar en su presencia las preocupaciones más profundas. Aunque a veces el Señor
parece lejano e inaccesible, y nos sentimos ciegos, nos invita con confianza,
para que Él actúe: “Por tu fe has sido sanado”. La fe del ciego le permitió
alcanzar una vida mejor.
Ayer acompañaba a una familia que
había perdido a su hijo con 35 años de leucemia; hacía 20 años había fallecido
otro hijo. Gritaban al Señor: ¿Por qué a nosotros nos haces esto? Uno
de ellos me mostró el rosario que le había traído de Fátima hacía 5 años y me
dijo que le había dado fuerza en muchos momentos.
Le pido al Señor que aumente mi fe,
consolide mi esperanza y avive el amor.
Si quieres escuchar la voz del Señor,
ponte en marcha, vive en búsqueda. El Señor habla a quien está en búsqueda. (Papa Francisco).