Hoy la Iglesia celebra la dedicación
de la Basílica de Letrán. Esta basílica es la Catedral del Papa porque es la
más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su frontis tiene
esta leyenda: "Madre y Cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del
mundo". Y la fiesta de la dedicación se erigió como muestra de
amor y adhesión de todas las iglesias a la cátedra de San Pedro.
La lectura del profeta Ezequiel nos
habla bellamente de ese templo del Señor que representa a la Iglesia. Un templo
del que brota un manantial abundante de agua que purifica y da vida. Es el agua
de la gracia que brota de la Iglesia de Cristo y que sana, limpia y da vida a
toda la tierra, saneando todo lo que toca. Es la acción benéfica que genera la
gracia a través de su instrumento que es la Iglesia. Son los frutos de la
Iglesia militante que se hace presente allí donde más se la necesita, donde más
dolor, sufrimiento y pobreza haya. Es la Iglesia acogiendo inmigrantes, dando
de comer a indigentes, repartiendo ropa a los necesitados, enseñando a los que
no tienen recursos, amparando a los huérfanos y abandonados, acompañando a los
moribundos, asistiendo a los enfermos y siempre, siempre, repartiendo
esperanza.
Esa es la Iglesia a la que tú y yo
pertenecemos ¡esa es la Iglesia a la que tenemos el privilegio de
pertenecer! Privilegio inmerecido y, quizás, olvidado. Somos
miembros de una Iglesia Santa presidida por la caridad, con una historia
milenaria y llena de santos y santas que han transformado el mundo. No se puede
entender el mundo actual sin la actuación transformadora de los santos a lo
largo de los siglos. El mundo actual no sería el mismo sin un Ignacio de
Loyola, una Teresa de Jesús, un san francisco de Asís, un san Juan Bosco, un
Santo Tomás de Aquino. Nuestro mundo del siglo XXI no sería el mismo sin Juan
Pablo II, sin Madre Teresa de Calcuta.
Somos herederos de una Iglesia santa,
seamos conscientes de ello. Sintámonos orgullosos de lo que somos. Vivamos sin
complejos nuestra fe.
También San Pablo nos dice en una sus
cartas: “¿No sabéis que sois templos del Espíritu Santo?”. Porque cada
cristiano que vive en gracia es un templo viviente, y esto implica una inmensa
dignidad y también una enorme responsabilidad. Como templos de Dios no podemos
vivir de cualquier manera. “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”,
nos dice Jesús en el evangelio de hoy. No podemos comportarnos de forma
indigna, no podemos dejar de acoger a todo aquel que busque en nosotros un
refugio o una ayuda.
Pidámosle a la Virgen tomar
conciencia de nuestra dignidad y de nuestra responsabilidad. Ella, la llena de
gracia, la que llevo a Dios mismo nueve meses en su seno fue la que cantó el
magníficat al tiempo que acudía a servir a su prima.