Una buena forma de iniciar nuestra
oración es tomar la oración colecta de la Misa de hoy. Es una súplica en la que
reconocemos que la conversión cuaresmal es obra de Dios en nosotros:
Conviértenos a ti, Dios Salvador
nuestro; ilumínanos con la luz de tu palabra, para que la celebración de esta
Cuaresma produzca en nosotros sus mejores frutos. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Nuestra composición de lugar es
acompañar a Jesús en el desierto, con la ayuda de alguna súplica a la Virgen o
al Corazón de Jesús, al estilo del Venerable P. Tomás Morales:
- Santa María de Lourdes: quiero
contigo, acompañar a Jesús-Desierto, con la mirada, el corazón, la vida.
- Santa María de la Cuaresma: enséñame a
abandonarme en Dios, refugiarme en el momento presente, vivir en desierto.
- Corazón de Jesús-Desierto: Contigo en
oración y penitencia.
- Corazón de Jesús-Desierto: Contigo,
luchando y triunfando del enemigo.
Las lecturas de la Misa en estos días de
cuaresma van hablándonos de las obras cuaresmales: La oración, el ayuno o la
limosna. La Palabra de Dios nos invita a vivir estos cuarenta días yendo más
allá de lo habitual, prolongando la vida de oración, la penitencia o la
caridad. Haremos bien en hablar con nuestro director espiritual y concretar nuestros
planes cuaresmales.
Hoy el evangelio nos habla de las obras
de misericordia en la parábola del juicio final: Cristo juzgará a la humanidad
según la ayuda que hayamos prestado a los necesitados, en los que Él mismo nos
sale al encuentro. La primera lectura nos propone imitar la santidad de Dios
con una serie de preceptos en relación al prójimo que concluyen con el
mandamiento de “amarás al prójimo como a ti mismo”. Jesús da un paso más y nos
dice que Él mismo está en los que sufren y que cuanto a ellos hacemos o dejamos
de hacer, es hacerlo o dejarlo de hacer a su Persona. Se ha hecho hombre y su
misericordia le ha llevado a hacer suyas nuestras pruebas y sufrimientos y
hasta nuestras tentaciones, para darnos parte en su fuerza y en su victoria
sobre el Maligno.
En este rato de oración debería
preguntarme: ¿Está cerca de mí Jesús, escondido en el disfraz de una persona
necesitada por cualquier causa? ¿Quién puede beneficiarse en este día de mi
oración y de mi ayuda? Que el Espíritu Santo me haga salir de mí mismo para ir
a buscar a un enfermo al que visitar, un hermano triste al que consolar, una
persona sola a la que acoger, un joven desorientado al que transmitir luz…
Jesús está en el desierto de muchos corazones esperando nuestra
compañía.