18 marzo 2019. Lunes de la II semana de Cuaresma – Puntos de oración


Un gemido y una promesa. El gemido de Israel avergonzado por sus faltas. Y la promesa del Señor de transformar el corazón de los hombres según su corazón. Eso es lo que nos presentan las lecturas del día de hoy. Eso es lo que es la Cuaresma: la súplica del pueblo de Dios y la promesa de Dios. Promesa que aguardamos y que se cumplirá en la Pascua: la muerte y Resurrección del Señor.
Israel pone hoy voz a toda la humanidad. Una cosa martiriza a Israel -a todos los hombres-: “hemos pecado”. Leamos con atención la primera lectura, dejemos que nos golpee esa angustia de Israel: “pecado Señor, conocíamos lo que te agrada, pero hemos pecado, no hay nada que nos justifique, hemos pecado…”. Ese es también nuestro gemido hoy. Hemos pecado. Somos cristianos desde hace mucho tiempo. Sabemos lo que agrada a Dios. Sabemos lo que nos ama y que solo nos pide que vivamos su voluntad y que amemos a los hermanos. Pero no hemos actuado así. “Hemos pecado”. Convirtamos la voz de Israel en nuestra voz.
Israel está desconcertado porque tenían la ley de Dios y no la han seguido. ¿Cómo invocar al Señor ahora? En la primera lectura y en el salmo notamos ese desconcierto de Israel, que es el nuestro. Y ahora, ¿qué? Pero Israel no se separa del Señor. No sabe lo que puede esperar del Señor, quizá solo mal, solo castigo. Pero no puede separarse de Él. Israel duda entre pedir el castigo, volver constantemente a su culpa, e invocar la misericordia del Señor. Israel sufre porque no entiende qué ha pasado. Lo mismo que nosotros. Somos pecadores, ¿y ahora qué? Hagamos como Israel. Quizá no seamos capaces más que recordarle al Señor nuestros pecados. Quizá no podamos más que pedirle que tenga misericordia de nosotros, aunque no la merezcamos. Quizá… Pero no nos separemos de Él. La Cuaresma es eso, esa invitación a no retirar nuestro gemido de pecadores del Señor
Y la respuesta del Señor llega: “Sed misericordiosos como vuestro Padre…”, “no juzguéis…”, “perdonad…”. Podría parecer unas palabras severas. Un recordatorio de lo que deberíamos haber hecho y no hemos hecho. Pero podemos verlo de otra manera. Podemos ver a Jesús que nos lo repite porque nos quiere dar una nueva oportunidad: “Has pecado, vuelve a empezar, no des vueltas a tu pecado”. Y podemos verlo, ante todo, como una promesa: “Te prometo que algún día esta palabra se realizará en ti. Que dejarás de verte pecador y que amarás con mi Corazón”. Esa es la promesa hacia la que avanzamos, la promesa que esperamos. La Pascua. La Pascua. La muerte y la Resurrección. Y nos preparamos dejando que nuestro corazón gima por nuestros pecados, para sentir esa necesidad de Él.

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