3 marzo 2019. Domingo VIII del Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración

Vamos a preparar con más cariño, si cabe, la oración del domingo. Por ello acudimos a pedir fuerza a la que es Hija, Madre y Esposa del Espíritu Santo. A la que es templo de la Santísima Trinidad, a la Virgen. En todo, modelo nuestro y también, en una idea que destaco de las lecturas que se nos proponen; la importancia del silencio como ayuda para ser moderados en las palabras. María dice palabras en el evangelio, ciertamente, pero nos sorprenden sobre todo sus silencios, su saber estar: “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.
La primera lectura del Eclesiástico refleja la importancia de la idea que comentamos: la palabra revela el corazón de la persona, por tanto, no elogies a nadie antes de oírlo hablar. Esta actitud de prudencia, tan acertada en nuestra vida de relaciones, parece que tiene su “cara B” en el trato con el Señor. Así, se nos propone en el Salmo, cuando dice: es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad.
De la carta a los Corintios (2ª lectura), tomamos el modelo de cómo es la palabra de Dios: viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Desde luego, casi nada que ver con nuestras palabras, tantas veces huecas y aún a veces dañinas.
Por eso, Jesús, el Maestro, tomando el símil de un árbol, nos propone dar buenos frutos. Y nos anima a atesorar bondad en el corazón para que de él salga el bien. Fijémonos en el paralelismo entre una frase de la primera lectura (así la palabra revela el corazón de la persona) y la que nos dice el Señor (porque de lo que rebosa el corazón habla la boca).
Santa María de la palabra oportuna y del silencio necesario, alcánzanos gracia de tu Hijo para que sepamos atesorar bondad en nuestro corazón. Y, de este modo, poder evitar las palabras ociosas, dando testimonio, para que otros se animen a entrar dentro de sí.

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